El Dalái Lama se deja querer por los conservadores de EE.UU.
Obama recibe al líder religioso con discreción para amortiguar el desaire a China
En Estados Unidos el Dalái Lama goza desde hace décadas de las simpatías de Hollywood y parte de la izquierda autóctona. Él mismo, en alguna ocasión, se ha declarado marxista (aunque no leninista, ha matizado).
Pero en Washington es la derecha conservadora la que lo mima y lo escucha, mientras que progresistas como el presidente Barack Obama lo tratan, sí, pero cuidándose mucho de no ofender en exceso a China.
Estos días el contraste ha sido flagrante. El demócrata Obama recibió ayer al líder tibetano en el exilio de una forma similar a como lo hizo en el 2010 y el 2011: no en el Despacho Oval, sino en otra estancia de la Casa Blanca; sin cámaras ni fotógrafos de prensa (sólo el oficial); ninguna declaración pública sino un comunicado en el que la Casa Blanca elogia al Dalái Lama y al pueblo tibetano pero reitera que EE.UU. no apoya la independencia de Tíbet.
La coreografía siempre es parecida: al encuentro discreto le acompañan las sonoras protestas y amenazas de Pekín, que raramente se traducen en hechos. Tras cada reunión de Obama y el líder tibetano, todo sigue igual entre la primera potencia mundial y la primera potencia emergente, países en competición geopolítica y al mismo tiempo con las economías tan entrelazadas que la cooperación es inevitable. Socios y rivales a la vez. De ahí que toda ofensa, como recibir al Dalái Lama –para Pekín, un agitador que busca romper la unidad de China–, deba ser mesurada.
Los miramientos de Obama contrastan con su antecesor, el re- publicano George W. Bush. En el 2007, Bush concedió al Dalái Lama la Medalla de Oro del Congreso, en el primer acto en el que el presidente de EE.UU. aparecía en público con él.
El jueves, fue de nuevo la derecha la que le rindió los honores máximos. El Dalái Lama participó en un coloquio sobre la moralidad del capitalismo y la felicidad organizado por el American Enterprise Institute (AEI), el laboratorio de ideas de referencia de los conservadores. Desde la revolución económica de Ronald Reagan en los años ochenta hasta la invasión de Iraq en el 2003, el AEI ha actuado como el músculo intelectual del conservadurismo en este país.
En el AEI, el Dalái Lama lanzó mensajes que quizá incomodaron a la audiencia. Por ejemplo, cuando habló del cambio climático: la derecha de EE.UU. o lo ponen en duda, o critica la intervención pública para limitar las emisiones contaminantes. Pero su bonhomía puede con todo. Y su retórica es útil para la derecha de EE.UU., desorientada tras las última recesión y las sucesivas victorias de Obama, y embarcada en un proceso de autoexamen y revisión de sus pilares ideológicos.
El presidente del AEI, el economista Arthur Brooks, es uno de
El tibetano, marxista confeso, declara su respeto por el valor moral del capitalismo Los republicanos ven en la espiritualidad del maestro budista un referente de futuro
los arquitectos de esta nueva derecha. Brooks critica que los conservadores hayan situado el dinero y los beneficios en el centro de su visión del mundo y reclama un conservadurismo basado en la búsqueda de la felicidad a través del trabajo, la familia, la fe, la comunidad, el esfuerzo individual...
Aquí conecta con el líder tibetano, que se preguntó por dónde empezar para lograr que el mundo sea feliz. “¿Por el Estado? No. ¿Por la ONU? No. En el individuo es dónde podemos hacer nuestra pequeña contribución”.
En Washington el mensaje del Dalái Lama ha sido menos beligerante con el capitalismo –y más amable para los republicanos– que el de otro líder religioso, Papa Francisco. “Tras escucharles –dijo ante el público conservador del AEI– he adquirido un mayor respeto por el capitalismoc