La justicia empieza por el postre
Fèlix Millet se sienta mañana en el banquillo. Pero no por saquear el Palau, sino por intentar construir un hotel en las inmediaciones.
En los tribunales, los procesos no se sirven en el mismo orden que los platos en un restaurante: a veces el postre llega antes que el plato principal. Mañana arranca en la Audiencia de Barcelona el primer juicio contra Fèlix Millet y Jordi Montull, pero no es por el saqueo del Palau de la Música, sino por el proyecto de construir un hotel junto a la institución cultural, que es la guinda del pastel. El via crucis de Millet por los juzgados arranca por el postre.
Un proyecto que se quedó en el plano y que llegó a los juzgados cuando ya se investigaba el enorme desfalco que se había perpetrado en el Palau. Aunque se trata de un episodio de un volumen económicamente más discreto frente a la causa principal, fue ese hotel el que llevó a Millet y Montull, los otrora todopoderosos gestores de la institución, a pasar trece días de junio del 2010 en una celda del centro penitenciario Brians 2.
El juicio por la operación del hotel del Palau no es la causa más esperada, pero no es un asunto menor. Tampoco políticamente. El fiscal pide para Millet y Montull penas que alcanzan la década de permanencia en la cárcel, y les acompañan en el banquillo de los acusados el arquitecto que trabajaba con ellos, Carles Díaz, y la anterior cúpula de urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona: Ramón García Bragado, que fue secretario general del Govern de la Generalitat y luego teniente de alcalde de Barcelona; Ramón Massaguer, exgerente de Urbanismo del Consistorio; y Enric Lambies, jefe de la asesoría jurídica de este departamento municipal.
¿Qué se va a dilucidar en la sección quinta de la Audiencia de Barcelona? Pues si en el proyecto de levantar un hotel junto al Palau de la Música se manejaron tráficos de influencias por particulares y funcionarios, si se cometieron falsedades en documentos públicos, si servidores públicos dictaron resoluciones a sabiendas de que eran injustas (prevaricación) y si, en el camino, Millet y Montull se embolsaron 900.000 euros y causaron una pérdida patrimonial a la Generalitat de 5,6 millones de euros por la permuta de una finca pública junto a la plaza Sant Jaume..
El hotel del Palau de la Música tenía que levantarse frente al emblemático edificio modernista; ocupando los números 13b, 15 y 17 de la calle Sant Pere més baix. Dos de estos inmuebles están catalogados y gozan de una protección especial como bien de interés cultural y son propiedad de La Salle Comtal, que tenía que percibir una compensación por desprenderse de ellos y la promesa de realizar unas convenientes obras en el colegio vecino del mismo Palau.
Pero no era tan sencillo. Para que se plasmara la operación se necesitaba modificar el Plan General Metropolitano y cambiar las calificaciones urbanísticas. La vía escogida fue firmar un convenio con la Generalitat por el cual se permutaban las citadas fincas con un edificio que ocupó la Sindicatura de Comptes.
Un proceso larguísimo, que se inicio en el año 2002, que se fue torciendo paulatinamente cuando la Generalitat no modificó la catalogación de los edificios protegidos de la calle Sant Pere més baix, se despertó la reacción vecinal contra los cambios en el barrio, y que se frustró definitiva- mente cuando el juez entró en el Palau de la Música el 23 de julio del 2009, descubriendo las tremendas trapacerías cometidas en la institución cultural.
Según la Fiscalía, Millet y Montull hicieron valer el prestigio y la estima por la entidad para conseguir su objetivo de tener un hotel, y tejieron una red de relaciones para llevar adelante su propósito y sacar réditos de ello. Y, para culminar el plan, se embolsaron 900.000 euros cobrados a un empresario, Manuel Valderrama, a quien prometieron ceder el negocio hotelero. En contraposición, en los escritos de Millet y Montull se señala que no hubo delito alguno, que los contactos fueron normales, que no se cobraron sobornos y que la operación inmobiliaria “obedecía a un interés privado, pero legítimo”.
Todo lo que rodea a Millet y Montull es excesivo. También en esa operación: el gran volumen de cartas y correos electrónicos dirigidos a todo cargo público implicado directa o indirectamente en el proyecto, las gestiones para encontrar socio para el hotel, el número de llamadas y de reuniones y los rifirrafes con quienes se oponían. La lista de testigos, que alcanza 41 nombres, es prueba de la hiperactividad de los anteriores dirigentes del Palau: por la Audiencia pasarán el exconseller socialista de Economia de la Generalitat, Antoni Castells; excargos municipales como Carles Martí (que fue teniente de alcalde) o Itziar González (exconcejal de Ciutat Vella); constructores como José Luis Núñez o arquitectos como Oscar Tusquets. Y para rematar las comparecencias de testigos, el 19 de marzo, el actual alcalde, Xavier Trias, y su antecesor, Jordi Hereu.
No es un asunto políticamente inocuo. Sólo hace falta repasar la mencionada lista de testigos. También fue objeto de atención de la comisión de investigación del Parlament dedicada al expolio de la institución cultural. Las cosas que afectan a Millet no son nimias: hasta dos magistrados se han excusado de formar parte del tribunal por conocer a la antigua cabeza visible del Palau de la Música. Este juicio no es el plato principal, es el postre, pero es un postre contundente.