La princesa de las revoluciones
La liberación de Yulia Timoshenko pone fin a las quinielas sobre quién es el personaje más popular de la oposición
Misión cumplida de la campaña por Yulia Timoshenko. Su liberación puso punto final ayer a una jornada en la que la oposición ucraniana pisó el acelerador y pasó, tal vez inconscientemente, por encima de los acuerdos firmados la víspera con los mediadores europeos. Timoshenko, que ha pasado casi dos años entre la prisión de Járkov y el hospital debido a la hernia discal que padece, es el adversario natural de Yanukóvich. Y a rey muerto, rey puesto.
Timoshenko es dinámica y carismática y, como se vio en el 2004, capaz de levantar a las masas y dirigir una revolución. Yanukóvich es hombre de aparato, cuadrado y nada ágil en el regate en corto. Ella representa la orientación hacia Occidente; él está más cerca de Rusia, aunque ha intentado mantenerse en medio pa- ra recibir más. “Yanukóvich es más pronosticable y manejable que Timoshenko para los negocios”, decía días atrás a La Vanguardia el politólogo ucraniano Konstantín Bondarenko, quien recordaba una sentencia del expresidente Víktor Yúschenko en los días de los gobiernos naranjas: “De Yanukóvich podremos hacer un ucraniano. De Timoshenko, nunca”.
Vista la realidad de hoy, parece lo contrario. Para los manifes- tantes de Kíev, para los países occidentales, para la misma prensa internacional la verdadera patriota es ella. Y es que, según parece, es la ganadora, nuestra ganadora.
Para Occidente, el encarcelamiento de Timoshenko tuvo motivaciones políticas, urdidas por el entorno de Yanukóvich.
Siendo primera ministra, Timoshenko perdió en el 2010 ante Yanukóvich en unas elecciones presidenciales en las que partía como favorita. A los pocos meses, se abrieron varias investigaciones por el acuerdo de compra de gas que firmó un año antes con Rusia y que las nuevas autoridades consideraban perjudicial. En agosto del 2011 fue detenida y, en octubre, condenada a siete años de cárcel por abuso de poder.
En ese momento era la figura más destacada de la oposición. Su paso por prisión, que podría haberla llevado al olvido, elevó su popularidad gracias a una buena campaña exterior.
Según los expertos, unas elecciones organizadas hoy por el Partido de las Regiones serían favorables a Yanukóvich, quien “sigue teniendo bastante apoyo, aunque menos del 60% del 2010”, apunta el subdirector del Centro Razumkov de Kíev, Valeri Chali. Pero con Yanukóvich fuera, hay que mirar al otro bando. Preguntado hace una semana quién es el líder de la oposición más fuerte, Vladímir Fesenko, que dirige el Centro Penta, señaló proféticamente: “Si se produce la liberación de Timoshenko, se acabaron las quinielas”.
Artífice de la revolución naranja, es también responsable de su fracaso por sus luchas con Yúschenko
A Yulia Timoshenko se la considera la gran inspiradora de la revolución naranja del 2004. Pero también uno de los responsables de su fracaso, debido a las guerras internas con Yúschenko.
Timoshenko nació en 1960 en la ciudad industrial de Dniepropetrovsk. En el debe de su carrera hay que colocar sus inicios, cuando en los locos noventa ella y su marido, Olexánder, se hicieron millonarios. Primero crearon una cadena de alquiler de vídeos, y luego una compañía de distribución de combustible. Luego ella dirigió Sistemas Unificados de la Energía de Ucrania, una compañía que importaba gas natural de Rusia. Sus detractores dicen que usó las mismas artimañas que cualquier oligarca en esos años.
Por entonces, lucía una hermosa melena morena. Nada que ver con la trenza rubia de hoy, un popular peinado campesino ucraniano con el que parece una maestra de pueblo que nunca ha roto un plato.
Conocida como la princesa del gas, en 1996 se hizo diputada, y en 1999 el presidente Leonid Kuchma la nombró viceprimera ministra. Pero en el 2001 cayó en desgracia y pasó dos semanas en prisión por unas acusaciones de corrupción luego retiradas.
La liberación de Timoshenko está en el origen de la Euromaidán, pues era una de las condiciones que la UE ponía para firmar el acuerdo de asociación al que Yanukóvich renunció. Si su liberación no coincide con los últimos días de la crisis, al menos sí con los de Yanukóvich.