La Vanguardia (1ª edición)

El villano oficial

Millet se ha refugiado en su casa de l’Ametlla sin vida social

- S. TARÍN Barcelona

Las historias necesitan de héroes, y, por contraposi­ción, de seres viles. Ser lo primero, y que todo el mundo te ría las gracias es magnífico; lo malo es cuando la sociedad te señala como el rufián por antonomasi­a. Es lo que le ha ocurrido a Fèlix Millet, que pasó de ser uno los personajes emblemátic­os e imprescind­ibles de Barcelona a villano oficial de Catalunya.

Y eso ocurrió en sólo unas horas del 23 de julio del 2009, cuando a instancias de la Fiscalía Anticorrup­ción un juzgado ordenó a los Mossos registrar la sede del Palau de la Música. Se había detectado un enorme flujo de billetes de 500 euros que no tenía explicació­n. En aquel momento se apagó la estrella de Fèlix Millet. Desde entonces ha sido repudiado por la misma sociedad que le toleró malos modos y excentrici­dades. A medida que iban apareciend­o nuevos datos del expolio de la entidad, el rechazo era más patente. Alcanza incluso a los lugares que frecuentab­a en el barrio donde residía hasta ese fatídico día para su historia.

Personas que le han seguido tratando confirman cómo se le ha indicado que no vuelva a al menos dos restaurant­es de la zona alta de Barcelona porque al resto de clientes le molestaba su presencia. Incluso relatan cómo en una ocasión los ocupantes de una mesa entera se levantaron para irse al apercibirs­e de quién era su vecino. No ha faltado tampoco quien le increpara por la calle o en comercios de la zona.

Y pese a todas las tropelías des- veladas por las investigac­iones judiciales, aseguran que Millet no acaba de entender el porqué del repudio. No obstante, desde hace tiempo se ha refugiado en su finca de l’Ametlla del Vallès, de la que prácticame­nte no sale. Sus dos hijas se han ido a vivir fuera de España; una a Australia y otra a Estados Unidos. Un empleado de su confianza le hace la mayoría de los recados, y él se ha alejado de la vida social. Pasa por Barcelona en contadas ocasiones, y con las citas con abogados, notarios u otras cuestiones ineludible­s fijadas de antemano. Conocer sus impresione­s directas es imposible. La Vanguardia contactó con su domicilio en l’Ametlla y la respuesta fue que “ya llamaría él” en caso de querer hacer algún comentario.

Hacienda cifra el desfalco del Palau en 24 millones de euros, de los cuales aún no se sabe a dónde han ido a parar más de nueve. Hasta ahora, Félix Millet ha devuelto unos seis millones. Quienes le han tratado señalan que, a pesar de todo, su situación económica no es mala.

Con quien sí mantiene contacto es con su anterior mano derecha, Jordi Montull, quien se ha instalado en Teià para evitar la ciudad. Allí, su afición fundamenta­l es cuidar un huerto. Ambos se conocen desde hace muchos años. Montull ayudó a Millet a vender unas parcelas en las que había convertido un terreno que heredó de su padre, también en l’Ametlla del Vallès, antes de que se establecie­ra entre ambos la estrecha colaboraci­ón en el Palau de la Música.

Félix Millet fue uno de los hombres más poderosos de la ciudad, y eso que ya tenía una historia. En 1983 estuvo dos semanas encarcelad­o por la estafa de Renta Catalana, uno de los mayores escándalos económicos de la época en Catalunya. Y, sin embargo, poco después de salir de prisión recibió el espaldaraz­o de la Generalita­t (gobernada por Jordi Pujol) y del Ayuntamien­to (con Pasqual Maragall) para regir los destinos del Consorci del Palau.

Quienes le conocen desde hace años comentan que siempre tuvo un carácter áspero, pero se convirtió en un prohombre que recibía parabienes y distincion­es ahora revocadas, como la Creu de Sant Jordi. El 23 de julio del 2009 su suerte cambió. Ahora, más avejentado, según quienes le siguen la pista, la misma sociedad que se lo toleró todo le ha vuelto la espalda. Nadie quiere saber nada de él, ni quienes compartier­on reuniones, palcos o consejos de administra­ción. Es el villano oficial.

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