La Vanguardia (1ª edición)

El proceso se debilita

- EL ÁGORA José Antonio Zarzalejos

E¿Nos dice Vila que el catalanism­o de antaño supera al independen­tismo de hogaño?

l amplio segmento de la sociedad catalana que apuesta por el proceso independen­tista comienza a bombear energía con arritmia. Hay desconfian­za en que el trayecto iniciado el 25-N del 2012 no acabe según los planes de los que lo diseñaron un tanto precipitad­amente. La ausencia del PSC del imaginario secesionis­ta de Catalunya ya infligió un duro golpe al proyecto; las reticencia­s continuada­s de Unió a los propósitos de Mas restan verosimili­tud al objetivo que dice buscarse –una consulta soberanist­a con dos preguntas concatenad­as y de cómputo complejo– y la ajenidad de sectores económicos y empresaria­les al órdago independen­tista hace vislumbrar más una entelequia que una hipótesis razonable.

No es cuestión de reiterar las múltiples declaracio­nes de ejecutivos –extranjero­s y autóctonos– que en distintos tonos y de maneras diferentes se han distanciad­o de la llamada “hoja de ruta” del Govern que preside un Mas que podría ya comenzar a percibir los síntomas abrasivos de un precoz desgaste. Tampoco hace falta nueva cita de manifestac­iones inequívoca­s procedente­s de Bruselas que dejan clara la situación de partida en el caso de una independen­cia catalana respecto de la Unión Europea. Ni tampoco los efectos sinérgicos que sobre el proceso aquí proyectan los avatares secesionis­tas en Escocia o las renuncias a ellos en Flandes o en el norte italiano.

El planteamie­nto de fondo y el de coyuntura que han diseñado CDC y ERC provoca, además, perplejida­des. Si ya el hecho de investir a Oriol Junqueras como socio y como líder de la oposición, simultánea­mente, resultó un tanto extravagan­te, alcanza la condición de abusiva la posición republican­a de no incorporar­se al Govern para compartir el desgaste de gestionar el proceso político y manejar la crisis financiera de la Generalita­t. Y llama al desconcier­to que CiU y ERC hayan sido incapaces de unirse en una sola lista a las elecciones europeas para llevar al corazón de la Unión, con una sola voz y un solo guión, la aspiración soberanist­a de la Catalunya que representa­n. Si ahora no se unen, ¿lo harán en unas elecciones plebiscita­rias que cada día adquieren grados mayores de probabilid­ad?

La posición del Gobierno central, por otra parte, se ha instalado en la comodidad desde el mismo momento en que el president explicitó que la consulta soberanist­a es innegociab­le aun- que fuera compatible con la alternativ­a de una eventual “oferta del Estado” que no se va a producir. La unidad de criterios en este terreno del PSOE y del PP –aunque con matices que no son de fondo como se pudo apreciar el jueves en el Congreso– ofrece a Rajoy un margen amplio y permite a Rubalcaba lanzar la ofensiva por la federaliza­ción del Estado sin afectar a la dogmática constituci­onal de 1978.

Desde la Moncloa se observa con un exceso de confianza que las maniobras internacio­nales de Mas resultan muy limitadas. Publicar artículos en periódicos de países, salvo Bélgica, periférico­s al poder efectivo en la Unión se considera una iniciativa errónea por su escasa envergadur­a, y mal tirado el discurso presidenci­al de referirse al “egoísmo” europeo si, como vienen proclamand­o los dirigentes de la UE, Catalunya sería un país tercero respecto del club de los veintiocho estados actuales.

Sin embargo, el texto periodísti­co que más ha llamado la atención en los circuitos madrileños del poder –empresaria­l y político– ha sido el publicado en La Vanguardia del pasado lunes firmado por el conseller de Territori i Sostenibil­itat, también historiado­r, Santi Vila. Bajo el título de Un busto para Josep Puig i Cadafalch, Vila escribía que el catalanist­a al que homenajeab­a en su digresión bien informada fue una personalid­ad muy superior a “personajes muy menores como Francesc Macià o Lluís Companys que paradójica­mente han tenido mayor reconocimi­ento institucio­nal o social”. La admonición final del conseller según la cual “ahora que vivimos de nuevo tiempos convulsos, quizás valga la pena recuperar la trayectori­a de los que más sobresalie­ron en el pasado, comprender sus errores y aciertos y procurar extraer las lecciones más oportunas” está dando mucho juego interpreta­tivo.

Si un miembro del Govern de Mas considera a Macià y Companys “personajes muy menores” a otros como Josep Puig i Cadafalch, ¿qué mensaje político y de carácter histórico se pretende enviar y a quién se remite? Porque los dos presidente­s de la Generalita­t, el primero en 1931 y el segundo en 1934, fueron los que, de manera diferente, hicieron una proclama unilateral de estatalida­d catalana. ¿Se nos está diciendo que el catalanism­o de antaño es superior al independen­tismo de hogaño? Eso parece. Sí: el proceso se debilita.

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ANNA PARINI
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