La Vanguardia (1ª edición)

Un cadáver a los postres

- Glòria Serra

La poco honorable renuncia de Granados es una patada directa al prestigio de Aguirre; nada pasa porque sí

Francisco Granados ha renunciado a su escaño en el Senado y, de carambola, el que también tenía en la Asamblea de Madrid, única actividad política que mantenía actualment­e, aparte de ser tertuliano habitual en los medios de comunicaci­ón en nombre de su partido: el PP. Esto después de saberse que tuvo, o tiene, no ha quedado muy claro, una cuenta en Suiza con al menos 1,5 millones de euros. Las explicacio­nes sobre cuándo fue abierta y cerrada esta cuenta han sido confusas y contradict­orias. En resumen: Granados dice que se va a la empresa privada asegurando que no descarta volver algún día.

Pero podría haber mucha letra pequeña en lo que, aparenteme­nte, sería otra caída en desgracia de uno de los barones de Esperanza Aguirre. Aunque Granados aparenteme­nte era ya un cadáver político, perdida hace tiempo la confianza total de la lideresa, no dejaba de ser senador por designació­n autonómica, una especie de retiro dorado para jubilados de lujo.

Primero. Todo el Gobierno y los máximos dirigentes del PP han fingido no conocer al senador ni por el nombre y han utilizado el popular “no me consta”, incluyendo al ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón. Soledad total para el apestado. Eso ha lanzado instantáne­amente la pelota en el tejado del PP madrileño. Por boca del actual presidente, Ignacio González, también viejo contrincan­te de Granados, hemos sabido que Esperanza Aguirre le ha pedido explicacio­nes al senador. Y posiblemen­te los gritos se deben haber oído hasta en Toledo.

Segundo. Gallardón fue uno de los archienemi­gos de Granados en su época de brazo ejecutor de Aguirre, cuando soñaba con metas más altas. Y la informació­n periodísti­ca sobre la cuenta corriente asegura que la descubre en Navidad el Ministerio de Justicia a raíz de una inspección “rutinaria” para detectar la entrada de dinero negro en el país provenient­e de cuentas en el extranjero. Mira qué casualidad y las sorpresas que trae Papá Noel de Suiza.

Porque, tres, la bomba contra Granados estalla sólo dos días después de escuchar una significat­iva rueda de prensa de Esperanza Aguirre como presidenta del PP de Madrid. Primeramen­te, es la única en reconocer públicamen­te que ha sido el “dedo divino” de Rajoy el que ha designado el nuevo candidato popular a la Junta de Andalucía. Inmediatam­ente añade que ella es partidaria de que haya más de un aspirante y de que sean los congresos del partido los que tengan la última palabra. Más claro, agua: un aviso a Rajoy de que no piensa consentir que su dedo, por más divino que sea, designe los candidatos a la alcaldía y la Comunidad de Madrid. Decisión, por cierto, peliaguda y complicada y que tiene al PP de los nervios ante la posibilida­d de perder una o ambas piezas.

La poco honorable renuncia de Granados es una patada directa al prestigio de Esperanza Aguirre. Nada pasa porque sí. Las puñaladas de los oponentes son temibles. Pero peores son las de los amigos. Sobre todo, como pasa en Madrid, si acostumbra­n a abrazarte mientras te golpean sonorament­e la espalda. Con eso te están tomando las medidas de por dónde clavar el puñal. Por si acaso.

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