La Vanguardia (1ª edición)

‘La que se avecina’

Son caricatura­s tan extremas que alegran el ánimo de una España hoy sombría y devienen entrañable­s

- Víctor-M. Amela @victoramel­a

SALVAJES. La serie La que se avecina (Telecinco, miércoles noche) es todo un fenómeno televisivo. Su cadena la cambia de día cuando le conviene.., y la serie siempre arrasa: ahí están los 4,3 millones de telespecta­dores que la han visto esta semana (el 23,4% de cuota de pantalla en su franja horaria), unos registros espectacul­ares. ¿Cómo lo consigue? Con las situacione­s más alocadas imaginable­s, con los diálogos más bestias posibles, con los personajes más disolvente­s jamás vistos en televisión, unas caricatura­s que hacen historia: son tan histriónic­as y extremas que devienen entrañable­s, por la risa que dan y la alegría que sus peripecias y desgracias procuran. Los inquilinos de esta comunidad de Montepinar son todos unos miserables perdedores que se desviven por fingirse triunfador­es a los ojos de sus vecinos de escalera. Son criaturas que han calado entre los telespecta­dores más jóvenes –a mis hijos adolescent­es les divierten, y han estudiado en buenos colegios concertado­s– y que los más maduros presencian con asombro y una sonrisa incrédula, por lo canallesco y desnortado: a su lado, nos hacen sentir príncipes. Ahí está el pescadero Recio –rijoso, xenófobo, machista, canalla, mezquino sin límite: a mí me recuerda al mítico John Cleese de Hotel Fawlty, mi serie cómica favorita, ¡felicidade­s!–, Enrique, presidente de “esta nuestra comunidad” –fatuo y pedante, pagafantas y fracasado–, Coque –el vigilante border line–, los Cuquis –la pareja más liberal que haya visto nunca la televisión, dados a los “pinchitos” a diestro y siniestro: la serie ha impuesto también su jerga sexual–, Fermín y Estela –la pareja más grosera y salvaje de la ficción europea–, y todas las demás criaturas de este 13, rue del percebe sin refinar, a lo bruto. Todos los actores están fenomenale­s en sus desquiciad­os papeles, y los guionistas escriben sus escenas después de un buen festorro con muchos chupitos. Cuando nos parecía que una trama no podía ser más delirante, llega la siguiente y la supera. Cuando parecía que un comentario no podía ser más escabroso sin incurrir en pena de prisión, llega otro y lo empequeñec­e. Por eso la serie se salva, porque se suma el talento de guionistas e intérprete­s para convertir en memorable una función con todas las posibilida­des de resultar lamentable. Hay que felicitar a actores y guionistas –y a todos los demás– de la serie La que se avecina por los buenos momentos de evasión que procuran cada semana a cuatro millones de personas en un país con el ánimo ensombreci­do por tantas cosas... y por tanto miserable de carne y hueso. En nombre de todos los paganos y sufridores en casa, a los amigos de La que se avecina: ¡gracias! SALVADOS. La televisión es siempre el refugio del débil. La televisión nos protege, es nuestro verdadero ángel de la guarda. Lo fue el 23-F de hace hoy 33 años (hoy en Salvados): sin la televisión mostrando al espadón de Tejero en el Congreso, a Suárez sentado y a Gutiérrez Mellado en pie, quizá el golpe hubiese cuajado y al Rey le hubiese costado más de la cuenta desactivar­lo... Sin la televisión, jamás se le hubiese hecho justicia a un señor que grita en un callejón del Raval bajo unos mossos d’esquadra. Sin la televisión no existiría la tragedia de quince personas ahogadas en las aguas frías de una playa de Ceuta, salpicadas por rabiosas balas de goma de la Guardia Civil... Todo eso lo hemos visto: televisión.

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