De pérdidas y desarraigos
Apesar de haber nacido en Canadá, Mavis Gallant vivió más de media vida lejos de su tierra, convirtiéndose en una mujer exiliada, tanto en el espacio como en el alma. Su experiencia vital, cimentada en una dura infancia, la impulsó hacia el mundo literario, que centró siempre en historias y cuentos sobre el desamparo y el desplazamiento. Falleció en su casa de París, donde forjó su compromiso con la escritura, a los 91 años.
De madre estadounidense y padre británico, Gallant pasó su juventud lejos de su casa y sin familia. Con tan sólo cuatro años ingresó en un internado y en total pasó por 17 centros diferentes entre su Montreal natal y otros lugares del continente. Siempre recordó todas esas experiencias con horror. Su padre murió joven y su madre, en sus propias palabras, “jamás debería haber tenido hijos”. A los 30 años decidió escapar del oficio periodístico y buscó su suerte en Europa, pasando por Venecia, Budapest, Dubrovnik y otros lugares hasta recalar en París, donde encontró su nuevo hogar.
Ya en Europa y tras haber publicado alguna historia en The New Yorker, continuó su camino sin saber que su agente la engañó para quedarse con el dinero de sus historias. Cuando lo descubrió, su carrera dio un brinco y publicó un total de 100 cuentos en el magazine. Publicó dos novelas, pero fueron sus recopilaciones de cuentos las que la situaron como una de las mejores plumas canadienses. The other Paris (1956) o su recopilación más reciente, publicada en España como Los cuentos (Lumen, 2010), son algunas de sus obras imprescindibles.
“El primer destello de cualquier relato –aseguraba– es una imagen en mi mente”. La imaginación de Gallant, como la del resto de seres humanos, fue su propia experiencia. Sin
Describió Barcelona “como la parte burguesa de París, pero abandonada de golpe”
hablar de nada en concreto y a la vez abarcándolo todo, la autora consiguió expresar “la esencial incoherencia de la vida y reflejarla”, reflexiona Rosa Mon- tero. Robert Saladrigas la definió en el 2010 como “retratista de las cosas nimias”. Sus cuentos la han situado a la altura de otras grandes novelistas de su país como Alice Munro, Margaret Atwood y Nancy Huston. Después de asentarse en París viajó a otros parajes, entre ellos el Reino Unido y España. En 1952 estuvo en Barcelona y Madrid, dejando interesantes, y quizás polémicas, reflexiones en su diario personal titulado The hunger diaries (los diarios del hambre). Barcelona era “como la parte burguesa de París, pero abandonada de golpe”, y en Madrid dejó escritas frases curiosas como “los chicos aquí se masturban igual que los chicos de otros países saltan a la cuerda o patinan”, una visión muy crítica de la situación de las ciudades españolas en los cincuenta.
En París, según la opinión estadounidense, publicó algunas de las crónicas más humanas del Mayo del 68, que hace pocos años recopiló The New Yorker. Sus memorias describen “el sueño colectivo en el que una ciudad entera jugó a vivir al borde de una guerra civil”. Visiones muy particulares que la han diferenciado en el universo literario.
Como la mayoría de sus protagonistas, Gallant decidió vivir sola, sin marido ni hijos, “dos de los grandes frenos al intento de cualquier mujer de vivir para y de la escritura”, explicó a Janice Kulyk Keefer.
Una vida construida lejos de sus fronteras y diferenciada de la cultura anglosajona por los contrastes vividos en diferentes lugares del mundo. Bastante ignorada por el público general, su legado quedará escrito en sus profundos cuentos.
GUILLE ÁLVAREZ