La Vanguardia (1ª edición)

Se busca famoso

- Llàtzer Moix

Vivimos en una sociedad dependient­e de los famosos. Al parecer, los necesitamo­s para constatar que hay vidas más lujosas o exitosas que las nuestras, para que nos orienten por un mundo de tendencias cambiantes y para que nos muestren el buen camino con sus conductas ejemplares, o sea, para que nos eduquen. El papel que antes se reservaba al maestro está siendo progresiva­mente usurpado por las celebridad­es. Uno se quedó en la tarima de la escuela, las otras dominan el púlpito televisivo. Uno pinta cada vez menos, las otras dictan las pautas de comportami­ento colectivo.

Voy por la calle y leo en un cartel publicitar­io el lema: “Se busca famoso”. ¡Por fin! –exclamo para mis adentros– ¡Alguien ha decidido poner coto al imperio de las celebridad­es y, encima, ofrece una recompensa por su captura! Pero no es eso. Ocurre que las personas de cierta edad vimos muchos westerns y todavía asociamos la frase “Se busca” a la orden de búsqueda y captura retribuida con un puñado de dólares. Y nos equivocamo­s, claro. Porque lo que solicita el mencionado cartel es “una persona famosa que dé la cara y se atreva a decir que sufre o ha sufrido algún problema de salud mental”.

El loable objetivo de Obertament, la entidad que promueve la campaña, es “luchar contra el estigma y la discrimina­ción” que padecen los enfermos mentales. Para ello, reclama la colaboraci­ón de famosos, ilustrando su cartel con cuatro óvalos faciales –que tienen pelo, gafas y cejas, pero no boca, nariz ni

El maestro pinta cada vez menos, mientras el famoso dicta las pautas de comportami­ento

ojos– y en los que, sin embargo, es fácil reconocer a una incombusti­ble presentado­ra televisiva, a un tenista mallorquín, a un publicista que ha ganado fama maltratand­o a concursant­es televisivo­s, y a un divulgador científico con aire de sabio chiflado.

El objetivo de la campaña, como ya dije y reitero, me parece loable. Pero su anuncio, no. Nos dice que busca a famosos, así, en general, pero apunta a cuatro personas determinad­as, a las que por tanto presupone de salida relacionad­as con algún trastorno mental. Hombre, no diré yo que el afán de Mercedes Milà por mantenerse en antena año tras año, mostrando lo que haga falta, no sea digno de estudio clínico. O que la afición de Risto Mejide a basurear a los aspirantes a cantante no merezca un análisis similar. Pero si los anunciante­s tenían tan claro que esos eran sus candidatos idóneos, con llamarles por teléfono y proponerle­s dar la cara directamen­te se hubieran ahorrado tiempo y dinero.

Con todo, lo más criticable segurament­e no es la calidad de este anuncio incoherent­e (que busca famosos pero difumina la identidad de los que presenta como reclamo). Lo más criticable es la idea de que para defender una buena causa es imprescind­ible el apoyo de gentes cuyo común denominado­r no es la autoridad moral, sino su probada habilidad para aparecer a toda hora en televisión, ese moderno cuadro de honor.

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