Jacinto Esteva, el africano
Si empezamos por el final, antes de hablar de Jacinto Esteva, cineasta, hay que hablar de un Jacinto Esteva mucho más desconocido y, en buena medida, fascinante. Un hombre que ya ha pasado por la pintura y por el cine, y, dentro del cine, por todos los ámbitos de la creación: incluida la dirección y la producción. Un creador polifacético, bien establecido en la Barcelona más inquieta de los sesenta, donde fue uno de los puntales indiscutibles de la denominada escuela de Barcelona. Tan im- previsible que, un poco como Rimbaud con respecto a la poesía, un día decide decir adiós a todo eso y largarse a África. Corren los primeros años setenta y el negocio de esclavos ya no es lo que era en tiempos del poeta francés. Tampoco hubiera sido nunca su opción: más emprendedor que especulador, pero igual de aventurero, Esteva decide montar una empresa de safaris nada menos que en la República Centroafricana de Bokassa.
Este es el Jacinto africano, del que por primera vez da cuenta de forma extensa la exposición Jacinto Esteva: a
l’ombra de l’últim arbre en la Filmoteca de Catalunya, co- misariada por Esteve Riambau, director de la Filmoteca, y diseñada por Daria Esteva (hija del cineasta) y Luis Esteva. Una singular muestra, en marcha hasta el 15 de junio, donde caben desde las pinturas de Esteva hasta su paso por África. Es como la ima- gen especular del ciclo que, también la Filmoteca, dedica al cineasta: prácticamente su obra integral.
Esta tarde (19.30 horas) se proyecta Cada vez que... (1957), producida por Esteva y dirigida por su amigo Carles Durán. Un título emblemático de la escuela de Barcelona y que, con los años, se ha convertido, como filme, en uno de los mejores y más extensos retratos de la Barcelona de los sesenta.