La Vanguardia (1ª edición)

Envidiando

- Pedro Nueno

Desde un rascacielo­s de Dubái se veía en otro rascacielo­s al lado a unos hombres colgados de un cable limpiando los cristales por fuera. Estaban a una altura impresiona­nte y la cosa parecía peligrosa. Un directivo de una de las empresas más grandes de allí, interrumpi­ó la conversaci­ón para decir: “¿Cómo es posible que aún haya trabajos así?”. Los que limpiaban tenían aspecto de africanos. La zona de los Emiratos tiene un crecimient­o económico brutal y atrae inmigrante­s a todos los niveles, desde la pura mano de obra sin otra cualificac­ión que la capacidad de limpiar un cristal hasta sofisticad­os expertos en biotecnolo­gía, pasando por todos los eslabones de la gestión.

Una reunión de un comité de dirección, donde estén los máximos responsabl­es de las diferentes unidades de negocio (las empresas grandes allí suelen estar muy diversific­adas) y otros personajes clave, puede incluir seis o siete nacionalid­ades: muchos ingleses, bastantes americanos, indios y árabes, poquísimos chinos, algún hispano... En estos momentos entra allí gente de África y de países con problemas como Egipto o Siria. Parece increíble, pero en el mundo aún hay miles de millones de personas que pasan hambre, que pueden morir de cualquier cosa que nosotros curaríamos sin problemas, que han dejado a su familia para ver si más adelante se la pueden traer y están dispuestos a trabajar, jugándose la vida, todos los días de la semana y parte de las noches y no saben lo que es un sindicato. Los sindicatos no suelen funcionar con la gente que viene de pasar hambre.

¿Quién puede resolver esto? ¿Las oenegés? No voy a criticar a las oenegés, obviamente, porque algo resuelven, sin duda. Pero que cientos de miles de personas salgan adelante cada año en los Emiratos tiene un nombre: “Empresario­s”. Alguien habrá pensado: “Petróleo”. Yo lo había pensado también, pero analizando a fondo el sistema ves que hay muchas empresas con decenas de miles de empleados que no tienen nada que ver con el petróleo. Lo que tienen es un empresario que se ha atrevido a montar allí centros co-

Vivimos en un entorno que no nos ayuda a innovar y pensar en el futuro y que estimula no arriesgar y caer en la rutina

merciales, hoteles, producción alimentari­a, servicios (seguros, publicidad, financiaci­ón, logística, etcétera). Obviamente, si va mucha gente con trabajo, funciona la construcci­ón y esto es un motor impresiona­nte. Pero alguien tira del camello, y este es un empresario que muchas veces se ha formado muy bien. El directivo árabe con quien yo estaba tenía un máster por una conocida escuela líder de Estados Unidos.

Cuando ves aquí una empresa que tira con fuerza, se parece bastante. Tiene una cierta diversific­ación, está en varios países, emplea gente preparada y de distintos orígenes, tiene buena productivi­dad en sus operacione­s, hay entusiasmo (que se cultiva cuidadosam­ente) y se piensa con espíritu innovador en el futuro. Pero hemos de ser consciente­s de que vivimos en un entorno que no estimula (ni incentiva) todas estas cosas. Más bien estimula no arriesgar y caer en la rutina. Algunos alumnos extranjero­s que estudian aquí me han comentado reuniones con empresario­s locales que querían contratarl­es, pero que, a medida que han avanzado en la conversaci­ón, han tenido la impresión de que esos empresario­s se iban dando cuenta de que no tenían un proyecto internacio­nal, no tenían claro llevar a cabo uno de verdad, se les hacía cuesta arriba y cuando al despedirse les dijeron: “Ya te diré algo”, mis alumnos leyeron en sus ojos que pensaban: “¡En que lío me voy a meter!” y que en realidad querían decir: “Hasta nunca”. Es triste, pero tenemos bastante de esto.

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