Escocia y la UE
El líder escocés sostiene que el nuevo país no dejaría de ser miembro del club
Alex Salmond, el primer ministro de Escocia, viaja a Brujas para proclamar su fe europeísta y su deseo de ser, a diferencia de los euroescépticos británicos, un socio constructivo de la Unión Europea.
La ciudad de Brujas ocupa un lugar especial en la historia y la simbología de la Unión Europea. Allí tiene su sede el prestigioso Colegio de Europa, la primera universidad que ofreció estudios de posgrado sobre asuntos europeos y allí pronunció Margaret Thatcher, en 1988, un discurso que marcó la conversión del partido conservador británico y buena parte de la opinión pública al euroescepticismo.
Alex Salmond, el primer ministro de Escocia, viajó ayer a Brujas para todo lo contrario, es decir, para proclamar la fe europeísta de sus compatriotas y su deseo de ser, a diferencia de los euroescépticos británicos, un socio entusiasta y constructivo de la UE. Porque, sostiene Salmond, cuando Escocia decida proclamarse independiente el próximo 18 de septiembre, la UE no podrá dejarla fuera del club, ni siquiera temporalmente, como le advierten repetidamente Londres y Bruselas. “Sería más que absurdo”, iría “contra los principios fundacionales de la UE”, recalcó.
El “verdadero riesgo” de que Escocia se quede fuera de la Unión, explicó el líder escocés, no se deriva de su posible independencia, sino del referéndum que David Cameron planea convocar sobre la pertenencia de Reino Unido al club. “Si no decidimos cambiar nuestra situación en septiembre, seríamos arrastrados fuera de la UE contra nuestra voluntad”, enfatizó Salmond.
A menos de cinco meses para la celebración del referéndum de independencia, el 48% de la población se declara hoy partidaria de la independencia y el 52% en contra, pero es el bando del sí el que gana terreno semana a semana. La pertenencia a la UE es un asunto clave de la campaña del sí y del plan de viabilidad económica de una Escocia independiente trazado por Edimburgo.
El primer ministro escocés –cuya capacidad de liderazgo fue elogiada por el rector de la Universidad, Jörg Monar– evitó entrar en cuestiones jurídicas sobre cómo se encajaría a una hipotética Escocia independiente en la UE para convertirse, como aspira, en su socio número 29 sólo 18 meses después del referéndum, cuando en marzo del 2016 se declare formalmente independiente, de acuerdo con los planes del Scottish National Party.
Sí explicó que solicitaría seguir siendo miembro “sobre la base de continuidad de los efectos”, sin que suponga “perjuicio alguno para otros países”, enfatizó.
La única amenaza de que Escocia quede fuera, dice Salmond, viene de la consulta británica sobre la UE
Edimburgo sostiene que seguir en la UE sería prácticamente automático. Para oficializarlo, bastaría con una revisión simplificada del tratado de la UE, en lugar de tras una larga negociación, como es el caso para los países terceros que quieren entrar al club. Pero incluso en ese supuesto la reforma de los tratados necesita hacerse por unanimidad, ratificada por los otros 28 países. El gobierno británico acusa a Salmond de ser excesivamente optimista en sus cálculos y le ha pedido que revele los apoyos políticos que supuestamente tiene asegurados en la UE para lograr ese objetivo.
Salmond no lo hizo y en varias ocasiones llamó a los gobiernos europeos a aceptar, como lo hará Londres, el resultado del referéndum escocés. Al fin y al cabo –subrayó, aun sin reconocer que esto sea difícil en países con tensiones territoriales internas– el caso de Escocia es único. La clave está que es un movimiento “democrático y constitucional”, “basado en el consenso”, “pactado”. Y aunque “es posible que en el futuro el acuerdo de Edimburgo sea un ejemplo, la situación de Escocia no es idéntica a ninguna otra”, añadió Salmond preguntado por Catalunya.