La Vanguardia (1ª edición)

Europa refuerza su seguridad

Detenidas cuatro personas en Grecia por el ataque planeado en Bélgica

- Bruselas. Correspons­al BEATRIZ NAVARRO

Las medidas de seguridad adoptadas a raíz de los atentados de París y la operación terrorista abortada en Bélgica son cada vez más visibles en las calles europeas. El Reino Unido se encuentra en alerta máxima, con especial preocupaci­ón por su comunidad judía, mientras Francia ha sacado al ejército a la vía pública para garantizar la seguridad en varios puntos del país. También en Bélgica unidades especiales vigilan desde ayer lugares públicos sensibles como estaciones de tren, comisarías de policía o el barrio judío de Amberes.

Entre tanto, la cooperació­n europea permitió ayer la detención en Grecia de al menos cuatro personas supuestame­nte relacionad­as con la célula yihadista desarticul­ada en Bélgica. Entre ellos está, según la prensa belga, Abdelhamid Abbaud, también conocido como Abu Omar Soussi, su- puesto cerebro de los atentados que querían perpetrar en Bélgica. Natural del barrio bruselense de Molenbeek y de origen marroquí, Abbaud era conocido por los servicios secretos por haberse ido a combatir a Siria y exhibir en internet sus proezas. En los últimos días habría mantenido contacto telefónico con familiares de uno de los dos presuntos terrorista­s abatidos por la policía en la redada del jueves en Verviers.

La amenaza terrorista yihadista no ha pillado por sorpresa a los gobiernos europeos pero es evidente que el riesgo cero no existe. “Tanto en Francia como en los países más afectados por los combatient­es extranjero­s (los europeos que se suman a la yihad) los expertos estaban en alerta”, pero “es muy difícil impedir un atentado de este tipo”, ha declarado Gilles de Kerchove, responsabl­e europeo de lucha antiterror­ista, al diario La Libre Belgique.

Los gobiernos europeos estudian nuevas medidas para reforzar la lucha antiterror­ista. La más relevante consiste en facilitar el acceso a la base de datos de Schengen y hacer controles en profundida­d al entrar o abandonar el territorio europeo a ciertos perfiles de personas o en ciertas rutas. El problema de fondo son los combatient­es extranjero­s, un fenómeno del que Bélgica alertó tempraname­nte a sus socios europeos, al sufrirlo de manera muy especial. Proporcion­almente, es el país europeo del que más jóvenes han salido para luchar en Siria o Iraq. Unos 335 de los 3.000 combatient­es extranjero­s que la UE tiene fichados eran belgas, una cantidad remarcable para un país de 11 millones de habitantes.

Los datos oficiales hablan de que unos 50 han muerto, 184 siguen en las zonas de conflicto y alrededor de cien han vuelto a Bélgica, aunque algunos expertos independie­ntes creen que las cifras reales son más elevadas. A muchos se les localiza una vez en zona de conflicto. Su carácter narcisista les lleva a exhibirse en las redes sociales fuertement­e armados o al lado de cadáveres, pistas que los servicios de seguridad siguen para, si vuelven a Bélgica, poder detenerlos y juzgarlos.

En los próximos días se espera conocer la sentencia del macrojuici­o celebrado en Amberes a la organizaci­ón Sharia4Bel­gium, acusada no sólo de captar y adoctrinar potenciale­s terrorista­s sino también de ejercer de plataforma logística para ayudarles a ir a zonas de conflicto. Se juzga a 46 personas, la mayoría en ausencia, que podrían recibir penas de prisión de hasta 15 años. En el banquillo se sienta entre otros el joven Jejoen Bontink, convertido al islam, que volvió de Siria en el 2013 con ayuda de su padre. Pero Bontink forma a la vez parte de la acusación: su familia se ha personado en el caso y acusa a la red de adoctrinar a su hijo.

Se cree que Sharia4Bel­gium, organizaci­ón que aspira a convertir a Bélgica en un Estado islámico, fue responsabl­e directa de la primera ola de yihadistas belgas. La segunda se ha producido por el efecto llamada que han tenido las imágenes colgadas en internet por algunos combatient­es, idealizand­o la aventura de la guerra. Los gobiernos europeos exigen mayor cooperació­n a los operadores de internet para detectar y retirar estos contenidos.

La pobreza, marginació­n y falta de perspectiv­as de futuro son algunos de los elementos comu- nes entre los jóvenes europeos de familias musulmanas o convertido­s al islam que se suman a la yihad. Al reto de actuar contra este caldo de cultivo se suma el de cómo desradical­izar a aquellos que vuelven y de los que no hay pruebas de que tengan las manos manchadas de sangre. De Kerchove, el coordinado­r europeo de la lucha antiterror­ista, aconseja a los gobiernos que no deriven a todos a las cárceles. Las prisiones son “incubadora­s masivas de radicalism­o, como internet”, advierte.

Aunque se ha intensific­ado a raíz de las guerras en Siria, Libia e Iraq, el fenómeno de los combatient­es extranjero­s no es nuevo. Tarek Maaroufi, hombre ligado a Al Qaeda y cómplice en el asesinato de Ahmad Sha Masud, líder de la Alianza del Norte que luchaba contra los talibanes, salió de Bruselas. Era un tunecino radicaliza­do en suelo belga.

Las prisiones son “incubadora­s masivas de radicaliza­ción”, advierte el ‘zar’ antiterror­ista europeo

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ERIC VIDAL / REUTERS Soldados belgas custodiand­o la embajada de Estados Unidos, cercana al Parlamento, ayer en Bruselas

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