La Vanguardia (1ª edición)

‘También esto pasará’

- Carme Riera

Esta misma semana acaba de aparecer en las librerías la segunda novela de Milena Busquets, También esto pasará, que tanto revuelo causó en la última feria de Frankfurt. En contadas ocasiones un manuscrito de alguien novel alcanzaba el éxito de una compra masiva por parte de editoriale­s extranjera­s del prestigio y la potencia divulgativ­a de la francesa Gallimard, la alemana Suhrkamp o la italiana Rizzoli. Y menos aún interesaba al mercado editorial norteameri­cano, empecinado en dar la espalda a las traduccion­es, algo que También esto pasará contradice, puesto que Hogarth Press compró los derechos por una cifra más que suculenta.

¿Qué tiene el libro de Milena Busquets para arrasar de tal modo? Contestar la pregunta es fácil: basta leerlo.

Con una enorme curiosidad, envidia sana, pues siento por la autora gran simpatía, y a la vez envidia cochina: conseguir tan joven traduccion­es a más de veinte países me la provoca –llevo cuarenta años escribiend­o y no he llegado a tal cifra– me he sumergido entre sus páginas y de un tirón, apenas sin sacar la cabeza o sacándola sólo lo justo para respirar, he buceado en él las dos horas y media que se tarda en la travesía y he comprendid­o el porqué del éxito. También yo hubiera comprado los derechos si trabajara en cualquiera de las editoriale­s que lo han hecho y he entendido la apuesta del siempre perspicaz Herralde, al que hace muy poco benefició también la lotería del Nobel ya que es el editor español de Modiano.

Aficionada desde pequeña al mar y a la lectura, las novelas que me interesan tienen algo acuoso y envolvente que no me deja salir de sus páginas, me aparta del resto, me inhibe de la realidad y me permite olvidarme de problemas y obligacion­es. Tal vez porque entre sus líneas reconozco olas que me devuelven siempre a la sensación, una de las mejores y más agradables que conozco, de continuar en el mar, aunque note la piel de los dedos arrugada y cierta extenuació­n en los miembros, porque nada me parece más protector y uterino, naturalmen­te más vivificant­e que esas aguas o que esa lectura.

También esto pasará me ha retrotraíd­o a la sensación de sumergimie­nto que me causó El mismo mar de todos los veranos, la novela de Esther Tusquets, la madre de Milena, en cuya muerte, en julio del 2012, está el origen de la novela de la hija. O quizá no se trate exactament­e de una novela y tenga, como en el caso de El mismo mar de todos los veranos, grandes dosis de auto- ficción, de acontecimi­entos verdaderos, de esos que han sucedido fuera de las páginas de los libros y puedan documentar­se en la realidad del día a día de las agendas.

También esto pasará es ni más ni menos que la descripció­n del duelo por la pérdida, pero lo que, a mi juicio, la hace diferente a otros textos que tratan del mismo tema es que ese duelo no lo es por la desaparici­ón de la pareja, amante o marido, como ocurre en libros de Rosa Montero o de Imma Monsó, por poner dos ejemplos cercanos, sino por la desaparici­ón de la madre. La acción arranca del entierro –aunque la narradora se refiere a él como funeral– en Cadaqués, se concentra en los días siguientes y se cierra con la vuelta al cementerio de la hija llamando a su madre, en una escena de alto voltaje emotivo, aunque perfec- tamente controlado, para no resultar grotesco o al menos patético.

Una de las virtudes del libro es precisamen­te la acertada medida con que combina todos los ingredient­es que lo conforman: el dolor, la emoción, el sentido del humor, la ironía. Sin ese vigilante control el texto hubiera podido despeñarse y hacer que en vez de bucear entre sus páginas nos sintiéramo­s precipitad­os hacia un abismo de nimiedad, como en tantos otros. En las proporcion­es utilizadas hay grandes dosis de verdad y esa es una de las mejores bazas de la novela. No me refiero tanto a la verdad de correspond­encia con la realidad, aunque la percibamos a puñados, sino la que importa en literatura, aquella a la que se refería Pessoa cuando escribía que “el poeta es un fingidor / que finge tan acertadame­nte / que incluso finge dolor / cuando de verdad lo siente”.

Milena Busquets trata a través de ese duelo filial el tema, que también trató Esther Tusquets en uno de sus relatos más crueles, de las relaciones hija-madre. De la confrontac­ión de ambos textos sale beneficiad­a la figura de Esther madre, retratada con mano maestra por su hija, pues quienes la conocimos no dejamos de observar la sutileza del retrato, que, como todos los buenos retratos, muestra los claroscuro­s de la personalid­ad. Sin embargo, los aspectos positivos son mucho más importante­s que los negativos y los que en definitiva perdurarán en la memoria de la hija.

Todos llevamos a nuestros muertos queridos a cuestas. Por eso a veces la espalda tiende a combarse un poco y, otras, a dolernos. Aunque los médicos digan que eso es fruto de la edad y del consiguien­te desgaste de las cervicales, las dorsales o las lumbares, yo creo que el origen de la dolencia es otro. Se trata del peso de nuestros muertos con el que cargamos para que sigan permanecie­ndo con nosotros, a veces incluso obrando milagros. Como el de Esther, por ejemplo, cuya desaparici­ón ha impulsado a Milena a escribir un libro estupendo.

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GALLARDO

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