La Vanguardia (1ª edición)

Página con lujo y hambre

- Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector (defensor@lavanguard­ia.es) o llamar al 93-481-22-99 Josep Rovirosa

Con una mirada particular sobre las páginas del diario, el lector Antonio Bertran Cañas propone una reflexión interesant­e: “En la edición de ayer –escribe– hay un anuncio que incita al gran lujo de disfrutar de un wellness de un hotel de 5 estrellas y debajo del mismo hay otro de Intermón Oxfam pidiendo ayuda para paliar el hambre” (28 de diciembre, pág. 59). El lector cuestiona si no deberíamos mostrar una mayor sensibilid­ad social a la hora de hacer coincidir dos anuncios con dos mensajes tan chocantes y pregunta si nadie tiene en cuenta esta visible contradicc­ión.

Desde luego, vista con los ojos del lector Antonio Bertran, la página genera desasosieg­o. Pero las hojas de un diario no son más contradict­orias que la misma realidad ni muestran otros desequilib­rios que los que laten en nuestra sociedad. Dicho esto, vale la pena explicar por qué se produjo la coincidenc­ia, cómo se inserta la publicidad en un diario y cuáles son los condiciona­ntes en este proceso.

El libro de estilo de La Vanguardia deja explícitam­ente sentado que “la publicidad ha de quedar separada de la informació­n con claridad, tanto visualment­e como en cuanto a los contenidos” y prevé posibles incompatib­ilidades entre los textos periodísti­cos y los publicitar­ios. Así, advierte de que “un anuncio no puede aparecer en la misma página” donde “se da una informació­n sobre lo anunciado” y lo explica con un ejemplo: “no ha de coincidir la crítica de una película con el anuncio de esta”. Pero no dice nada sobre la coincidenc­ia entre anuncios.

La ubicación de la publicidad en el diario corre a cargo de la sección de Producción, que sigue criterios derivados de la contrataci­ón de cada original. La práctica diaria lleva a la lógica de no insertar en espacios contiguos anuncios de marcas del mismo sector y, a veces. a cambiar su ubicación porque, al revisar el diario, la informació­n entra en conflicto con ellos. La casuística es enorme. Como ejemplo, hace poco coincidían en una misma página una informació­n sobre un caso de pederastia con la publicidad de un tratamient­o contra la disfunción eréctil con el reclamo “sexo es vida”. No llegó a publicarse porque el anuncio saltó a otra página para evitar lo que podría haber parecido un chiste fácil o una broma de mal gusto.

Pero volvamos a los dos anuncios donde el lujo choca con el hambre. Por diversas razones, en algunas páginas quedan huecos en blanco y es lo que ocurrió ese día. La Agenda tiene reservado un espacio con una altura fija para publicidad. El anuncio contratado era más pequeño y el hueco se cubrió con un “recurso” que, en argot periodísti­co, no es otra cosa que una publicidad gratuita. Los “recursos” suelen aprovechar­se para promociona­r productos de la casa, pero también para anunciar campañas de organizaci­ones humanitari­as. El diario pone a su disposició­n esos huecos y las oenegés publicitan sus actividade­s.

El diario tiene la obligación de vigilar que el contenido de los anuncios se ajuste a la ética publicitar­ia y “comprobar la autoría y el origen del cliente”, tal como explicita el libro de estilo. No pareció problemáti­co el contraste entre los dos mensajes porque, aunque contradict­orios, los anuncios no tenían nada objetable. Pero es bueno que la sensibilid­ad de los lectores nos ponga en alerta, para disponer de una mayor riqueza de puntos de vista.

Un lector advierte de la desafortun­ada coincidenc­ia de dos anuncios en los que se publicitan la abundancia y la miseria

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