El impacto en los niños
La atención a las personas con dolor crónico ha mejorado ostensiblemente en los últimos años. Sin embargo, los avances no han sido iguales en todas las áreas del conocimiento, ni mucho menos para todos, y lo que sucede en la población infantil es paradigmático: en todo el país no hay ninguna unidad especializada para atender las necesidades de esta población. El dolor crónico infantil está sometido a un olvido secular y sistemático, a todas luces sorprendente, a pesar de las circunstancias que le rodean.
Los estudios epidemiológicos muestran que alrededor del 30% de la población infantil tiene dolor crónico. El único estudio realizado en nuestro país muestra que el
En todo el país no hay ninguna unidad especializada para atender a la población infantil con dolor crónico
37% de niños entre 8 y 16 años experimenta alguna forma de dolor crónico.
Aun siendo muy importante, el dolor no es el único problema de estos niños y sus familias la mayoría de las veces. Acaso lo peor sea el impacto en todas las áreas de la vida del niño. En efecto, las investigaciones realizadas señalan que el dolor crónico tiene un potencial efecto devastador sobre la salud mental de los niños; por ejemplo, los problemas de depresión y/o de ansiedad son habituales. Estos niños faltan frecuentemente a la escuela, dejan de participar o reducen el tiempo dedicado a las actividades sociales, informan sentirse incomprendidos y menos queridos por sus compañeros, a menudo tienen dificultades para dormir o concentrarse y suponen “una carga” para sus familiares. Precisamente, el dolor crónico es un problema que trasciende los límites individuales de quien lo sufre en primera persona, pues también afecta a padres, hermanos y demás familiares que conviven con ellos. Además del impacto psicológico y social, los síndromes de dolor crónico resultan un problema económico para los padres, también para la sociedad. El coste medio por adolescente con dolor crónico se ha calculado en unos 10.000 euros anuales.
Un problema de dolor mal resuelto en edades tempranas es un factor de riesgo de dolor crónico y discapacidad en edades más avanzadas. Actualmente, los datos aunque escasos son sólidos, e indican que el mejor tratamiento posible es el tratamiento multidisciplinar de orientación cognitivo-conductual. Este es el tipo de programa que se administra en los países más avanzados. Mientras tanto aquí seguimos sin implantar este modelo de intervención, mucho menos la propuesta terapéutica que la comunidad internacional de expertos juzga indicada en el dolor crónico infantil, ¿hasta cuándo?