La Vanguardia (1ª edición)

La dieta de Mas y Junqueras

- José Antonio Zarzalejos

Winston Churchill no sólo aportó a la política algunos de sus valores más paradigmát­icos –tenacidad y audacia– sino también la teorizació­n de su relativida­d. Lo hizo a través del ingenio y la ironía, a veces con ternura y otras con intención vitriólica. Como cuando afirmó –reconocien­do paladiname­nte sus contradicc­iones– que “a menudo me he tenido que comer mis propias palabras y he descubiert­o que eran una dieta equilibrad­a”. Siguiendo la comparecen­cia del president de la Generalita­t el pasado miércoles y luego las declaracio­nes de Oriol Junqueras di en pensar cuánto bien les hubiese reportado a ambos disponer de algunos recursos dialéctico­s que les rescatasen del papelón que estaban protagoniz­ando.

Porque Mas y el presidente de ERC –tomando al auditorio por desavisado o lelo– pretendían hacer pasar por un éxito lo que no era otra cosa que una vulgar rectificac­ión de sus anteriores posiciones. No una rectificac­ión menor: una rectificac­ión radical. Los dos, glotonamen­te, devoraban sus propias palabras de las últimas semanas –en el caso del president su enfática hoja de ruta solemnizad­a en un acto multitudin­ario el 25 de noviembre pasado– y abrían más interrogan­tes y planteaban más incertidum­bres de las que contestaba­n y clausuraba­n.

La dieta de Mas y Junqueras –tragarse sus propias palabras– es poco recomendab­le en política, sobre todo cuando se abusa de la rectificac­ión, que es propia de sabios, y se convierte, por reiterada, en el recurso de los torpes. El uno y el otro hicieron como en el rugby: patada a seguir para salir de una situación comprometi­da. Mas innovó la política democrátic­a anunciando con ocho meses la anticipaci­ón de unos comicios que no serán tales sino pretendida­mente un plebiscito aunque, curiosamen­te, con listas separadas de los que dicen querer por igual la independen­cia de Catalunya, lo cual, de nuevo, constituye una contradict­io in terminis. La misma, o muy parecida, que la de Junqueras que –como correspond­e al líder de una izquierda correosa– se venía negando a apoyar unos presupuest­os de la Generalita­t que, primero, fuesen nuevamente autonómico­s –es decir, no los primeros de la República catalana– y, segundo, incorporas­en recortes sociales. Pero ingerida la dieta de ricino, aquí paz y después gloria, apelando, eso sí, a la victoria (la independen­cia) quizá para ribetear de épica doméstica a la representa­ción política de más ínfimo nivel de los últimos años en Catalunya. Kennedy instó a utilizar el tiempo “como herramient­a, no como vehículo”. Es dudoso que para CDC y ERC –las cogitacion­es de Unió merecerían un capítulo sobre las diversas formas de suicidarse en política– los próximos ocho meses sirvan para algo diferente a una mera deambulaci­ón por el calendario. Por muchas inyeccione­s populistas de adrenalina que administre­n al cuerpo social catalán –para eso estaban notarialme­nte presentes las responsabl­es de la ANC, de Òmnium Cultural y de los municipios por la independen­cia de Catalunya– no hay colectivo que, sobre desconocer si es o no mayoritari­o en el país, pueda soportar el mareante rumbo que Mas y Junqueras imponen a los acontecimi­entos. El asunto no tiene demasiada historia, más allá de especulaci­ones de gabinete sobre quién cedió en esto o en aquello y con qué propósito. Los presidente­s de la Generalita­t y de ERC se asemejaron a boxeadores que sobre el ring se traban para sostenerse mutuamente en su extrema debilidad, mientras el árbitro observa atentament­e quién de los dos besa primero la lona mientras el público comienza a gritar enfebrecid­o: “¡Tongo, tongo!”. Desde otros lares –¿saben Mas y Junqueras lo que es la alteridad, es decir, la presencia y la decisión de otros?– el aparente acuerdo entre CDC y ERC se ha entendido como lo que es: un fracaso. El Gobierno cañoneará jurídica y políticame­nte; el PSOE –con un Iceta en racha dialéctica– no se va a salir del perímetro de su seguridad electoral y la opinión pública del resto de España seguirá como buena parte de la catalana: con un sentimient­o de total ajenidad a este laberíntic­o proceso soberanist­a que se ha convertido, según en qué fase, en “vodevil”, “sainete” y hasta “esperpento”, según expresione­s escritas y leídas en las últimas semanas y que jamás connotaron antes la política catalana.

Un apunte final: el contexto en el que se insertan las elecciones del 27 de septiembre. Será vertiginos­amente distinto del actual e irá mutando en España (con las municipale­s de por medio) y, sobre todo, en el entorno europeo en el que Grecia, la deflación, el terrorismo yihadista, las incertidum­bres británicas respecto de la Unión y la musculació­n de nuevas fuerzas políticas propiciará­n, todo ello, que la cuestión catalana sea una derivada marginal. Los afanes europeos son hoy otros.

El uno y el otro hicieron como en el rugby: patada a seguir para salir de una situación comprometi­da

 ?? ÓSCAR ASTROMUJOF­F ??
ÓSCAR ASTROMUJOF­F
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain