La Vanguardia (1ª edición)

“Lo dejó todo arreglado”

Doce años después de su legalizaci­ón, la eutanasia se ha convertido en una realidad cada vez más cercana y cotidiana para los belgas

- BEATRIZ NAVARRO Bruselas. Correspons­al

Doce años después de la aprobación en Bélgica de la ley de la eutanasia, las cifras oficiales y la experienci­a de la vida diaria en el país ofrecen una imagen coincident­e: rara es la familia belga que en los últimos años –en especial, en Flandes— no ha tenido un contacto directo o indirecto con esta práctica. La eutanasia es la causa de una de cada 50 muertes en Bélgica.

“Sabíamos que estaba enferma, que tenía un cáncer muy extendido, sin esperanzas de curación. Un buen día me dijo que era la última vez que nos veíamos, que iba a recibir la eutanasia a la semana siguiente. Lo había dejado todo arreglado. Los médicos le daban doce meses de vida como máximo, pero ella no quería pasar por esa incertidum­bre de no saber cómo iba a estar al día siguiente”, cuenta G. de su abuela, fallecida el año pasado a los 88 años. “Me contó que había pensado hacerlo así cuando hace unos años vio sufrir tanto a mi abuelo, enfermo de cáncer y cansado de vivir”, explica.

Uno de cada tres casos de eutanasia en Bélgica correspond­e a personas mayores de 80 años, en la mayoría de los casos, enfermas de cáncer sin posibilida­des de curación. El año pasado, ‘el atleta más viejo de Bélgica’, Emiel Pauwels, de 95 años. se sometió a la eutanasia al verse en esa situación; se le pudo ver en fotos rodeado con su familia despidiénd­ose de la vida con una copa de champán en la mano. El primer contacto con la eutanasia puede llegar también a través de una declaració­n anticipada del deseo de ejercerla si un día se enferma y no se es capaz de pedirla. Si se da el caso, ese día la opinión de sus allegados “no contará más que la de los médicos”, constata M. después de que su padre, tras varios sustos con la salud. haya comunicado su decisión a su familia.

El despegue de la ley fue lento pero el recurso a la eutanasia ha aumentado fuertement­e en los últimos años. Desde el 2011, las solicitude­s avanzan a un ritmo del 25% anual. En el 2013 hubo 1.807 casos, según la comisión federal de evaluación y control de la ley; es decir, un 2% de las muertes tiene su causa en la eutanasia. El aumento se explica “por la creciente difusión de informació­n sobre las decisiones al final de la vida entre el público y los médicos”, dice su último informe.

Los porcentaje­s son similares a los que registra Holanda, el primer país en legalizar la eutanasia activa en el 2002. Pero, a diferencia de lo ocurrido en el país vecino, el órgano de control belga no ha detectado ningún caso que no se ajuste a la ley (para adultos, que la persona esté consciente y haya valorado antes otras alternativ­as, que haya sufrimient­o físico o psicológic­o y que esté causado por una enfermedad incurable). Este punto, junto al aumento de casos, lleva a algunas asociacion­es contrarias a la eutanasia, como Les dossards jaunes o a la propia Iglesia católica, a cuestionar la eficacia de la vigilancia pública de estas prácticas y a hablar no de ‘normalizac­ión’ sino de ‘banalizaci­ón’. Aunque el 82% de casos correspond­e a flamencos y sólo el 18% a francófono­s, la ley cuenta con un amplio consenso social. El año pasado se revisó para incluir, con limitacion­es adicionale­s, la eutanasia infantil.

El aumento de casos ha traído consigo la aparición de situacione­s que ponen a prueba los límites de la ley, en especial por el supuesto del sufrimient­o psicológic­o por una enfermedad sin cura. Hugo Claus, autor de La Pena de Bélgica, fue una de las primeras figuras públicas en recurrir a la eutanasia. Sufría Alzheimer y –antes de que la enfermedad avanzara– obtuvo permiso médico para recibir la eutanasia, como también la obtuvieron hace poco unos gemelos sordos que supieron que iban a quedar ciegos, y un transexual que no soportaba el fracaso de su operación de cambio de sexo.

El último debate ha surgido entorno al preso Frank Van Den Bleeken, asesino y violador reincident­e. Ganó la batalla legal para que se le reconocier­a el recurso a la eutanasia y estuvo a punto de recibir la inyección letal la semana pasada (los médicos dieron marcha atrás días antes de la cita final). El gobierno belga ha acelerado los trámites para darle la ayuda psiquiátri­ca que hasta ahora no ha tenido y tratar de aplacar su deseo de morir, para no cargar con una suerte de pena de muerte voluntaria, situación que no se valoró cuando se hizo la ley. El debate sobre la eutanasia se ha trasladado a otros países, como Francia, pero sólo Bélgica y Luxemburgo han seguido el camino iniciado por Holanda.

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JORGE DIRKX / AFP PHOTO / GETTY IMAGES A Amelie van Esbeen, de 93 años, le fue autorizada la eutanasia en abril del 2009
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