La Vanguardia (1ª edición)

Amante de los retos imposibles

IGNACIO CAPARRÓS (1955-2015) Poeta y profesor

- ADOLFO S. RUIZ

Dedicó toda su vida a la poesía y a demostrar a la gente que “leer poesía no es imposible”. Cada libro, y publicó más de veinte y otros muchos que no han visto la luz, era un reto para Ignacio Caparrós, escritor malagueño, fallecido a los 59 años víctima del cáncer. Durante cuarenta años acudió cada mañana a la mesa número 1 de la cafetería Flor, frente a la plaza de toros de La Malagueta, para escribir y ver pasar la vida. Ya no podrá seguir haciéndolo.

Licenciado en Filología Hispánica por la Universida­d de Sevilla, profesor de enseñanza media desde 1981, Caparrós se volcó en intentar acercar la poesía a todos los públicos. “¿Por qué no se puede escribir un poema a un tapón o a un mojito?”, se preguntaba con frecuencia. En los últimos años planteó una serie de retos para demostrar que es posible comprar libros de poesía sin acudir a las librerías. “Cuando se publica un poemario, los primeros cuatro días aparece en el último rincón de la tienda, y al quinto ya ha desapareci­do de las estantería­s”, solía decir. Todo un desafío que, sin embargo, no intimidaba a un hombre capaz de escribir una obra, Agua sin cauces, compuesta por más de 800 poemas sin un verbo.

Su última creación literaria fue Titúlame, compuesta por un centenar de poemas, todos ellos sin su correspond­iente título. Ofreció 5.000 euros al lector que acertara todos los títulos que mantenía en secreto y que estaban compuestos únicamente por un artículo y un sustantivo. Para que todo fuera legal, antes de lanzar el reto depositó las soluciones bajo la custodia de un notario. Finalmente, nadie acertó todos.

La poesía fue su refugio y su terapia, especialme­nte en los últimos años de su lucha contra el cáncer. Cada reconocimi­ento recibido era para él “un chute de vida”. Su trabajo mereció multitud de premios. El último le llegó en diciembre, el Juan Bernier de poesía que entrega el Ateneo de Córdoba, por su obra Contrastes. Doce meses antes había obtenido el premio Rafael Morales por Los susurros de las piedras.

En su historial figuran también los premios Ciudad de Valencia, Ciudad de Archidona, Bilaketa, el Villa de Galileo y Noctiluca, entre muchos otros.

Junto a su actividad poética, Ignacio Caparrós fue un hombre comprometi­do con la vida cultural de Málaga. Colaboró con revistas y diarios de la ciudad; ofreció pregones, conferenci­as y recitales y participó con sus poemas en los catálogos de pintores locales como Celia Berrocal o Manuel Fuentes. En octubre de 1996 fue nombrado director del Centro Cultural Generación del 27, cargo que desempeñó hasta 1999, época en la que creó los premios de poesía internacio­nal Generación del 27, el premio nacional Emilio Prados y el provincial Ibn Gabirol.

Profundo conocedor de la lengua francesa, Caparrós tradujo al español obras como Las flores del mal de Charles Baudelaire y El cementerio marino de Paul Valery. Sus libros han sido traducidos al francés, portugués, italiano, búlgaro, armenio y también al árabe.

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CLAUDIO CURIA

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