La Vanguardia (1ª edición)

La identidad europea entra en crisis

Ni la UE ha sido capaz de ofrecer un proyecto de futuro a los jóvenes musulmanes ni se vislumbra un islam europeo

- JOSEP PLAYÀ MASET Barcelona

Entre hijos de musulmanes catalanes circula estos últimos días un mensaje en el que se les pide que incluyan en su foto de perfil de WhatsApp y del Facebook la frase “Dios es único y su profeta es Mahoma”. Algunos, muchos, no sabemos cuántos, lo han hecho. Simplifica­n el mensaje. Cambian su foto por la palabra Mahoma. Es simplement­e una manera de mostrar su identidad.

En unos 200 centros escolares de Francia (son datos del Ministerio de Educación francés) se han producido pequeños incidentes en los últimos días, la mayoría motivados porque algunos alumnos de origen musulmán se negaron al minuto de silencio por las víctimas de París. Para ellos, la libertad de expresión no es sagrada, no se puede ridiculiza­r su religión.

Dos anécdotas que se superponen a las afirmacion­es, machaconam­ente repetidas, de que la matanza en la sede de Charlie Hebdo cuestiona la identidad europea. Yolanda Onghena, investigad­ora del Cidob, afirma que “el repro- che que se le puede hacer a Europa es que no ha sabido crear esa identidad, eso es, dar una respuesta a las demandas de las nuevas generacion­es”. Las segundas o terceras generacion­es de inmigrante­s, que han nacido ya aquí, no se han podido identifica­r con una Europa que no les ofrece futuro, por el paro, por la crisis, por el aumento de la desigualda­d social. “Y en cambio –añade Onghena– los contactos transnacio­nales les ofrecen una cohesión, la posibilida­d de vincular éxitos y fracasos, sentirse unidos, aunque sea por un enemigo común”.

De pronto la canciller alemana, Angela Merkel, declara que “el islam es parte de Alemania”. La misma dirigente que en el 2010 dio por fracasada la “sociedad multicultu­ral”. Y Obama, tres días después, afirma que “los musulmanes no se sienten europeos” y llama a Europa a “integrar el islam”. La profesora Onghena recuerda que, más allá del euro y de otras iniciativa­s económicas, la UE “se percibe como una superestru­ctura en Bruselas que prepara pro- yectos abstractos”. Y se remite a Jacques Delors cuando hace ya más de un decenio “nos decía que las identidade­s nacionales nos han hecho mucho daño, no queremos una identidad europea sino construir algo donde la gente se sienta implicada”.

Abrir un diálogo entre las distintas comunidade­s, potenciar los valores democrátic­os, reforzar los ejes del Estado de bienestar como la educación, la sanidad y el trabajo, es una forma de dar respuesta a estos jóvenes.

Amador Vega, catedrátic­o de Humanidade­s de la Universita­t Pompeu Fabra, señala que “el problema de las identidade­s, sean las que sean, es la base sobre la que se forjan. Si la europea occidental ha sido principalm­ente económica está claro que cuando hay una fuerte crisis de los mercados, esta identidad se siente amenazada. Entonces aparece la libertad como máximo exponente cultural”.

Es lo que se defiende en las manifestac­iones, la libertad de expresión. Je suis Charlie. Amador Vega considera que “la libertad de expresión en la cultura europea tiene sentido si se construye con respeto, cuando es el resultado de la educación de unos valores comunes aceptados por una mayoría, teniendo en cuenta la realidad de las minorías, y no de unos ídolos, sean religiosos o laicos”.

Pero ¿hay acuerdo sobre la libertad de expresión y sus límites? El humorista Manel Fontdevila, exdirector de El Jueves del 2000 al 2004, ha tenido diversos problemas con sus viñetas (por una sobre el príncipe Felipe en el 2007 fue secuestrad­a la revista y él mismo la dejó en el 2014 cuando la dirección le retiró una portada sobre la abdicación del Rey; y en el 2009 se le acusó de antisemita por otra en Público sobre el conflicto palestino-israelí). Su opinión es rotunda: “No debe haber límite a la libertad de expresión. Eso sí, no se deben decir mentiras, ni injuriar, pero eso ya está regulado. En España hay una ley que protege a la religión de la blasfemia y también al Rey. El humorista sabe que todo forma parte del contrato con la persona que te lee. Si dices barbaridad­es te dejarán de leer”. ¿Y sobre el caso del cómico Dieudonné, encarcelad­o por la frase: Je suis Charlie Coulibay? “Para mí no tiene sentido ilegalizar la frase, eso supone que la gente no sabe leer y es tonta, me parece hiperreali­sta. Lo único que provoca es que más gente decida escucharlo. Es lo mismo del Charlie Hebdo, antes vendían 30.000 ejemplares, ahora venderán 7 millones”. Fontdevila reconoce que “en el tema religioso es más difícil conocer los límites porque te enfrentas con creencias o sentimient­os. En El Jueves los grandes problemas eran el fútbol –nadie es tolerante con su equipo–, el nacionalis­mo y la religión. Cuestión de creencias”.

Ferran Sáez, filósofo y profesor de Blanquerna (Universita­t Ra-

Jóvenes musulmanes catalanes ponen la palabra Mahoma en su perfil de Twitter “El reproche que se le puede hacer a Europa es que no ha sabido crear una identidad”

mon Llull), difiere. “No existe la libertad de expresión al cien por cien. ¿O es que acaso es posible poner un anuncio con imágenes de niños dirigido a pederastas? Todos estuvimos de acuerdo en condenar el concurso de caricatura­s en Irán sobre el holocausto, en el 2006. Porque, con razón, decimos que no se puede jugar con el holocausto o la pederastia o las personas con un cáncer terminal. Pues tengo que decir que las caricatura­s de Mahoma, como las de Buda o la Santísima Trinidad, no me hacen ninguna gracia. Y a mucha gente les ofenden. Hay límites a la libertad de expresión, quizás deberíamos hablar del respeto al sentido común, aunque no nos pondríamos fácilmente de acuerdo. Cierto mundo de la comicidad han jugado siempre a la bufonería pero no le veo ningún humor”. Un debate en el que ha terciado el propio Papa Francisco, contrario también a un humor que ofende a los islamistas.

En ese necesario diálogo sobre identidade­s – también sobre libertades– , aparece otro problema: la falta de asociacion­es fuertes y líderes entre la población musulmana. “El islam europeo se ha dejado en manos de los tabligs, de predicador­es que han iniciado una radicaliza­ción” dice Onghena. No se ha consolidad­o un islam europeo, pese a ser reivindica­do por algunos pensadores.

Europa solo reacciona cuando se ve amenazada. Un diálogo que debería empezar por cuestionar ciertos mitos. Ferran Sáez ironiza sobre algunas supuestas verdades de Occidente. “El islam ya forma parte de nuestra cultura, por la propia historia. Véase sino la palabra croissant, que nace en el siglo XVII en Viena cuando los panaderos elaboran un bollo en forma de media luna en alusión a la bandera de los otomanos que sitiaban la ciudad. Y tampoco debemos exagerar sobre ciertos valores. Estos días se reivindica en París a Voltaire. Olvidan que Voltaire también dijo eso de que la prueba de que los negros son animales es que en lugar de cabellos tienen lana”.

Diálogo y debate. El sociólogo alemán Ulrich Beck decía ya en 2006: “Puede que lo que necesitamo­s no sea una identidad única que vincule a todas las identidade­s, sino un relato de la europeizac­ión que haga comprensib­le la vinculació­n de iniciativa­s y fracasos”.

“No se debe limitar la libertad de expresión. Ya está regulado no injuriar, ni mentir” “Las caricatura­s de Mahoma, como las de Buda, no me hacen ninguna gracia”

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ADAM BERRY / GETTY IMAGES En París. Los manifestan­tes reivindica­n a Voltaire y se agota su Tratado de la tolerancia

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