La identidad europea entra en crisis
Ni la UE ha sido capaz de ofrecer un proyecto de futuro a los jóvenes musulmanes ni se vislumbra un islam europeo
Entre hijos de musulmanes catalanes circula estos últimos días un mensaje en el que se les pide que incluyan en su foto de perfil de WhatsApp y del Facebook la frase “Dios es único y su profeta es Mahoma”. Algunos, muchos, no sabemos cuántos, lo han hecho. Simplifican el mensaje. Cambian su foto por la palabra Mahoma. Es simplemente una manera de mostrar su identidad.
En unos 200 centros escolares de Francia (son datos del Ministerio de Educación francés) se han producido pequeños incidentes en los últimos días, la mayoría motivados porque algunos alumnos de origen musulmán se negaron al minuto de silencio por las víctimas de París. Para ellos, la libertad de expresión no es sagrada, no se puede ridiculizar su religión.
Dos anécdotas que se superponen a las afirmaciones, machaconamente repetidas, de que la matanza en la sede de Charlie Hebdo cuestiona la identidad europea. Yolanda Onghena, investigadora del Cidob, afirma que “el repro- che que se le puede hacer a Europa es que no ha sabido crear esa identidad, eso es, dar una respuesta a las demandas de las nuevas generaciones”. Las segundas o terceras generaciones de inmigrantes, que han nacido ya aquí, no se han podido identificar con una Europa que no les ofrece futuro, por el paro, por la crisis, por el aumento de la desigualdad social. “Y en cambio –añade Onghena– los contactos transnacionales les ofrecen una cohesión, la posibilidad de vincular éxitos y fracasos, sentirse unidos, aunque sea por un enemigo común”.
De pronto la canciller alemana, Angela Merkel, declara que “el islam es parte de Alemania”. La misma dirigente que en el 2010 dio por fracasada la “sociedad multicultural”. Y Obama, tres días después, afirma que “los musulmanes no se sienten europeos” y llama a Europa a “integrar el islam”. La profesora Onghena recuerda que, más allá del euro y de otras iniciativas económicas, la UE “se percibe como una superestructura en Bruselas que prepara pro- yectos abstractos”. Y se remite a Jacques Delors cuando hace ya más de un decenio “nos decía que las identidades nacionales nos han hecho mucho daño, no queremos una identidad europea sino construir algo donde la gente se sienta implicada”.
Abrir un diálogo entre las distintas comunidades, potenciar los valores democráticos, reforzar los ejes del Estado de bienestar como la educación, la sanidad y el trabajo, es una forma de dar respuesta a estos jóvenes.
Amador Vega, catedrático de Humanidades de la Universitat Pompeu Fabra, señala que “el problema de las identidades, sean las que sean, es la base sobre la que se forjan. Si la europea occidental ha sido principalmente económica está claro que cuando hay una fuerte crisis de los mercados, esta identidad se siente amenazada. Entonces aparece la libertad como máximo exponente cultural”.
Es lo que se defiende en las manifestaciones, la libertad de expresión. Je suis Charlie. Amador Vega considera que “la libertad de expresión en la cultura europea tiene sentido si se construye con respeto, cuando es el resultado de la educación de unos valores comunes aceptados por una mayoría, teniendo en cuenta la realidad de las minorías, y no de unos ídolos, sean religiosos o laicos”.
Pero ¿hay acuerdo sobre la libertad de expresión y sus límites? El humorista Manel Fontdevila, exdirector de El Jueves del 2000 al 2004, ha tenido diversos problemas con sus viñetas (por una sobre el príncipe Felipe en el 2007 fue secuestrada la revista y él mismo la dejó en el 2014 cuando la dirección le retiró una portada sobre la abdicación del Rey; y en el 2009 se le acusó de antisemita por otra en Público sobre el conflicto palestino-israelí). Su opinión es rotunda: “No debe haber límite a la libertad de expresión. Eso sí, no se deben decir mentiras, ni injuriar, pero eso ya está regulado. En España hay una ley que protege a la religión de la blasfemia y también al Rey. El humorista sabe que todo forma parte del contrato con la persona que te lee. Si dices barbaridades te dejarán de leer”. ¿Y sobre el caso del cómico Dieudonné, encarcelado por la frase: Je suis Charlie Coulibay? “Para mí no tiene sentido ilegalizar la frase, eso supone que la gente no sabe leer y es tonta, me parece hiperrealista. Lo único que provoca es que más gente decida escucharlo. Es lo mismo del Charlie Hebdo, antes vendían 30.000 ejemplares, ahora venderán 7 millones”. Fontdevila reconoce que “en el tema religioso es más difícil conocer los límites porque te enfrentas con creencias o sentimientos. En El Jueves los grandes problemas eran el fútbol –nadie es tolerante con su equipo–, el nacionalismo y la religión. Cuestión de creencias”.
Ferran Sáez, filósofo y profesor de Blanquerna (Universitat Ra-
Jóvenes musulmanes catalanes ponen la palabra Mahoma en su perfil de Twitter “El reproche que se le puede hacer a Europa es que no ha sabido crear una identidad”
mon Llull), difiere. “No existe la libertad de expresión al cien por cien. ¿O es que acaso es posible poner un anuncio con imágenes de niños dirigido a pederastas? Todos estuvimos de acuerdo en condenar el concurso de caricaturas en Irán sobre el holocausto, en el 2006. Porque, con razón, decimos que no se puede jugar con el holocausto o la pederastia o las personas con un cáncer terminal. Pues tengo que decir que las caricaturas de Mahoma, como las de Buda o la Santísima Trinidad, no me hacen ninguna gracia. Y a mucha gente les ofenden. Hay límites a la libertad de expresión, quizás deberíamos hablar del respeto al sentido común, aunque no nos pondríamos fácilmente de acuerdo. Cierto mundo de la comicidad han jugado siempre a la bufonería pero no le veo ningún humor”. Un debate en el que ha terciado el propio Papa Francisco, contrario también a un humor que ofende a los islamistas.
En ese necesario diálogo sobre identidades – también sobre libertades– , aparece otro problema: la falta de asociaciones fuertes y líderes entre la población musulmana. “El islam europeo se ha dejado en manos de los tabligs, de predicadores que han iniciado una radicalización” dice Onghena. No se ha consolidado un islam europeo, pese a ser reivindicado por algunos pensadores.
Europa solo reacciona cuando se ve amenazada. Un diálogo que debería empezar por cuestionar ciertos mitos. Ferran Sáez ironiza sobre algunas supuestas verdades de Occidente. “El islam ya forma parte de nuestra cultura, por la propia historia. Véase sino la palabra croissant, que nace en el siglo XVII en Viena cuando los panaderos elaboran un bollo en forma de media luna en alusión a la bandera de los otomanos que sitiaban la ciudad. Y tampoco debemos exagerar sobre ciertos valores. Estos días se reivindica en París a Voltaire. Olvidan que Voltaire también dijo eso de que la prueba de que los negros son animales es que en lugar de cabellos tienen lana”.
Diálogo y debate. El sociólogo alemán Ulrich Beck decía ya en 2006: “Puede que lo que necesitamos no sea una identidad única que vincule a todas las identidades, sino un relato de la europeización que haga comprensible la vinculación de iniciativas y fracasos”.
“No se debe limitar la libertad de expresión. Ya está regulado no injuriar, ni mentir” “Las caricaturas de Mahoma, como las de Buda, no me hacen ninguna gracia”