Fallece Luis Marsans, pintor de bibliotecas, pianos y escenas proustianas
Obtuvo gran proyección internacional pero fue desdeñado por las instituciones
Luis Marsans, uno de los mejores pintores catalanes y españoles contemporáneos, falleció a última hora del viernes víctima de una insuficiencia respiratoria. Tenía 84 años. Marsans había obtenido proyección internacional por sus pinturas de bibliotecas y sus interio- res con piano, que a través de la galería francesa Claude Bernard fueron a parar a importantes colecciones privadas. Igualmente tuvo amplia incidencia su extensa serie de dibujos, grabados y pinturas sobre En busca del tiempo perdido, expuesta en el museo Balzac de París en 1982 bajo el título Proust vu par Marsans y considerada una de las más logradas visiones plásticas de este ciclo narrativo.
Sus delicados bodegones con pocos pero muy simbólicos elemen- tos (una partitura, un candelabro, un lápiz, unas llaves, alguna postal) fueron incluidos en el volumen de referencia que la editorial suiza Skira dedicó a este género, junto a obras de Picasso, Bonnard o Balthus.
Marsans era un auténtico europeo. Hombre de gran cultura, conocía bien la mejor literatura del siglo XX, y las referencias al mundo del libro representaban una constante en su trabajo. Se había formado en el arte de vanguardia de los años cincuenta, tanto por su relación con Tàpies y los pintores del grupo Dau al Set como por la amistad con el padre del conceptualismo, Marcel Duchamp, en Cadaqués. La influencia de este último, sin embargo, le resultó un estímulo negativo, ya que “sus ideas me impidieron pintar durante varios años”.
Ese bloqueo empezó a superarlo con su Suite Pacholi de 1959, unos poliedros en trampantojo de aire abstracto. Las conversaciones con el pintor Ramón Gaya le llevan hacia la pintura figurativa, que ya no abandonaría.
Marsans ha sido visto a menudo como un creador realista: para muchos, fue el Antonio López catalán. Pero él no se sentía cómodo con esta asignación. Sus pinturas, decía, no respondían a un deseo de recrear la realidad, sino que partían de un impulso abstracto. Una trama de líneas horizontales y verticales le daba pie para realizar una de sus célebres bibliotecas, con viejos volúmenes bellamente encuadernados cuyos títulos nunca podían leerse. Un paseo por la Barcelona vieja le dejaba en la retina la imagen de una fachada, cuya pintura posterior contravenía todas las leyes de la perspectiva.
Junto a las exposiciones parisinas, el galerista Claude Bernard le dedicó estands monográficos en la feria Arco madrileña de 1989 y en la FIAC de la capital francesa en 1993. En Madrid solía exponer con la galería Leandro Navarro y en Barcelona con Artur Ramon. En 1989, el Centro de Exposiciones y Congresos de Zaragoza le dedicó una importante muestra patrocinada por Ibercaja.
Como todos los grandes pintores figurativos de su generación,
fue regularmente desdeñado por las instituciones artísticas catalanas de la democracia. Tan sólo una antológica en el Palau de la Virreina, en año ya tan lejano como 1995, brindó entre nosotros un panorama más o menos amplio de su trabajo. En pequeño formato, hace dos años fue objeto de otra exposición en la Fundación Vila Casas. Que el Macba nunca haya expuesto los cuadros de Marsans que alberga en su fondo –como ocurre con los de Xavier Valls, figura en varios sentido paralela– cuando cuelga regularmente obras de más de un artista que no le llegaba ni a la suela del zapato, es algo que debería hacer reflexionar seriamente a los responsables de esta institución.
Casado con Marta Navarro, con quien tuvo tres hijas, el pintor era una persona de físico frágil que acabó demostrándose de hierro, ya que ha estado trabajando casi hasta el final. A lo largo de los años fui a verle en muchas ocasiones a su casa-estudio de la calle Caponata y de estas visitas siempre salía revigorizado. Marsans preguntaba, pinchaba y hacía observaciones desconcertantes. Su forma de pensar resultaba tremendamente refinada y compleja, y sus observaciones sobre cómo una imagen en principio plácida y realista puede enmascarar un fondo irracional y poético eran de lo más inteligente que he oído nunca en materia artística. Su hija Alicia, pintora como él, me dice que se mantuvo hasta el final de su vida como un genuino foco de irónica sabiduría, estímulo cultural y calidad humana. La historia le recordará como una de esas personas, poco abundantes, que han sabido realmente dar nivel a Barcelona, y elevar también el de cuantos tuvimos el placer de tratarle.
El funeral tendrá lugar hoy a las 12 h en la Iglesia ortodoxa, confesión a la que pertenecía el artista (Aragó, 181, Barcelona).