La Vanguardia (1ª edición)

Dandy, como no espabiles

- Ramón Álvarez

Una cosa no se le puede negar a Sergio González: el Espanyol no se parece ni por asomo al que inició la temporada con más dudas de las que acabó la pretempora­da, que ya es decir. Tras más experiment­os de los deseados, el técnico ha dado con el esquema de juego y, sobre todo, con el estilo perfecto para una plantilla –a mi entender– mejor que la que ha permitido al club trampear en las últimas campañas. Tras la exitosa eliminator­ia de octavos de Copa, el Espanyol de Sergio volvió a demostrar ayer que es un equipo competitiv­o, capaz de jugar de tú a tú a cualquier rival, sin complejos y en un excelente momento físico. Las buenas dinámicas de juego y de vestuario suelen diluir los onces y las individual­idades. Porque los equipos deben ser, por definición, la suma de todos. Y anoche, el Espanyol, con un once inédito en la Liga, con Héctor Moreno por primera vez de inicio en el once, con Stuani titular, con Fuentes de nuevo en la banda izquierda, con Abraham y Cañas formando la misma pareja que en la Copa en el centro del campo volvió a funcionar y a llevar el peso del partido. Fue un equipo. Ese es su haber.

Pero también es innegable, tanto o más que lo anterior, que el Espanyol ayer sufrió más de la cuenta para doblegar al Celta, un equipo que llegaba de sumar dos de los últimos 24 puntos y que salvo los estériles dos goles que consiguió en San Mamés en su eliminació­n copera no está viendo meta ni por casualidad. Un Celta en crisis que se encontró con demasiadas facilidade­s para defender un empate que ya habría dado por bueno y que, a diferencia del Valencia en la Copa, jugó todo el partido con once. Hasta que el técnico decidió sacar a Caicedo para un partido, como aquel, que lo pedía a voces. ¿Por qué no lo hizo antes? Los caminos del entrenador son insondable­s, por mucho que el fútbol, a menudo, es más fácil de lo que parece.

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