Excavando
Leí recientemente que habían encontrado en Egipto las ruinas de la tumba de una reina de hace 4.500 años. Esto me recordó que probablemente el Prof. Onesone, el americano que dirige las excavaciones de Catalina, aquella isla del archipiélago Patreuro, situado entre el Océano Atlético y el Mar Intermediario, en la que hubo una civilización hace 3.000 años, ya habría vuelto de Boston de pasar sus Christmas Holidays. Me entró curiosidad por ver qué pensaba del descubrimiento de Egipto, 1.500 años más antiguo que los suyos sobre todo porque él es americano y los arqueólogos que han descubierto la tumba egipcia son checos, dirigidos por un tal Miroslav Barta. En efecto, le encontré como siempre, superactivo, arriba y abajo en la excavación de Catalina, haciendo sugerencias, preguntas, respondiendo a los alumnos de intercambio, chinos y americanos, que participan en su proyecto. Le pregunté por lo de Egipto y me contestó enseguida que no está tan claro que las ruinas provengan de hace 4.500 años. Por otra parte, las ruinas de Catalina están muy bien conservadas, requieren un trabajo mucho más cuidadoso y contienen mucha más información. Tiene buena imagen del excavador checo. Pero entre Egipto y Catalina, él se queda con la segunda opción, porque Catalina lleva 3.000 años de civilización día a día y esto ha logrado que actualmente sobre las ruinas haya una ciudad como Barcelona, que según el Prof. Onesone tiene una calidad de vida única.
Onesone me agradece la visita y me pide si puedo ayudarle a entender algunos mosaicos que han limpiado recientemente y que él no ve claros. En uno de ellos parece que hay una pelea entre mercaderes porque unos tienen sus tenderetes abiertos en los días en que los catalinos se supone que han de ir al templo. Unos mercaderes opinan que los dioses preferirían que ellos no vendiesen en esos días. Hay sumos sacerdotes que no están en contra: si la gente va al templo, no importa que después vayan de compras. Bastantes mercaderes ven que abriendo más horas y días sus tenderetes pueden comprar algunos esclavos y darles de comer. Onesone decía: “Claro. En América estamos acostumbrados a que los comerciantes abran sus tiendas cuando quieran, por eso no entendía que los catalinos se complicasen tanto la vida unos a otros”.
Un poco más allá había otro mosaico en el que se veía una de las avenidas más importantes de Catalina, una que cruzaba la isla en diagonal, en la que los legionarios se preparaban para limitar el paso de carros y trataban de convencer a los catalinos de que fuesen caminando. El visir de la capital de Catalina quería tranquilizar la ciudad y había incluso colocado en los cruces de avenidas importantes unos esclavos vestidos de ángeles que tocaban una música tranquilizante con arpas de oro. Pero los mercaderes que tenían sus tenderetes por las zonas céntricas de la capital de Catalina necesitaban llevar y traer ánforas y otras cosas y si paraban sus carros delante de los tenderetes para cargar y descargar, provocaban un importante atasco de carros, carruajes y cuadrigas cuyos carreteros tocaban trompetas organizando un escándalo que molestaba a los catalinos que vivían por allí y a los usureros y curanderos, que tenían sus cuevas en la zona. Uno de los descubrimientos de Onesone, del que estaba muy orgulloso, era que hace 3.000 años, la capital de Catalina había sido una de las poblaciones visitada por visires de todo el mundo por el excelente trazado de sus avenidas y la cómoda movilidad de carros, carruajes, carrozas, cuadrigas o jinetes. Ahora no entendía que se gastasen tantas piastras en inmovilizar Catalina. Entendió bien que eso tenía arreglo pero, como rápido americano, le costaba ver que los catalinos tardasen tanto en darse cuenta de sus errores.
Le costaba entender que los catalinos tardasen tanto en darse cuenta de sus errores