La Vanguardia (1ª edición)

La ‘marca Francisco’ vende bien

Varias firmas comerciale­s filipinas han usado publicitar­iamente la imagen del Papa

- EUSEBIO VAL Manila. Enviado especial

La fiebre ciudadana por ver a Francisco multiplicó los ya muy abundantes vendedores ambulantes en las calles de Manila. Ayer, los accesos al parque Rizal (en honor del líder nacionalis­ta fusilado por los españoles en 1896) eran un gran mercado. Se ofrecían chubasquer­os, bolsas de plástico para protegerse la cabeza de la lluvia, mangos, plátanos enanos llamados monkey bananas, mazorcas de maíz cocidas, botellines de agua, todo tipo de alimentos y bebidas.

El boom de esta economía informal tan coyuntural no tiene, obviamente, un impacto relevante. Tampoco es significat­ivo el aumento de ingresos derivados de la llegada adicional de turistas. Los expertos, sin embargo, sí valoran el efecto positivo a largo plazo en la imagen del país. Según analistas consultado­s por el diario Philippine Daily Enquirer, es muy beneficios­o que Filipinas, una de las naciones con mayor crecimient­o en Asia, se proyecte como un lugar seguro y tranquilo, capaz de organizar un acontecimi­ento de estas caracterís­ticas sin que ocurra ningún percance.

Para el secretario filipino del Interior, Mar Roxas, la exitosa visita papal a Filipinas ayuda a su país a acercarse a aquellos de la región que han sido imanes de inversione­s productiva­s, como Hong Kong y Singapur. Filipinas, a juicio de Roxas, no está tan interesada en que su Bolsa suba por la entrada de dinero como que sea el destino de inversione­s directas en negocios que crean empleos. Sí es cierto que, como efecto colateral indirecto, el miércoles pasado, la víspera de la llegada de Francisco, se registró una fuerte subida del mercado de Manila, que marcó un récord.

La evidencia muestra que, a nivel comercial, la marca Francisco vende muy bien. De hecho, la Conferenci­a Episcopal Católica de Filipinas firmó un acuerdo con varias grandes empresas para que patrocinar­an la visita. Una de ellas ha sido el gigante de telecomuni­caciones PLDT. Esta firma y otras han proporcion­ado servicios gratuitos, desde carteles de bienvenida hasta la retransmis­ión de los actos en streaming en parroquias y lugares públicos.

En Europa resultaría chocante ver una foto del Papa con un logo comercial colgado de una farola. Aquí se ha hecho, de manera legal y también de manera irregular. Los publicitar­ios filipinos saben que la figura de Francisco go- za de un nivel de aceptación popular que no tiene rival; es un personaje prácticame­nte sin atributos negativos.

La presencia pontificia ha tenido lugar en un momento en que reina un ambiente optimista sobre la economía filipina, al menos observando los parámetros macroeconó­micos. Según un re-

La Conferenci­a Episcopal firmó un acuerdo con grandes empresas para que patrocinar­an la visita

ciente informe del Banco Mundial, el desempleo ha caído al nivel más bajo de los últimos diez años y los ingresos de las capas bajas han crecido más que en el resto de la población, lo cual es una señal alentadora en una sociedad que sufre desigualda­des que el propio Papa calificó de “escandalos­as”. La previsión de crecimient­o para este año es el 6%, medio punto menos de lo que se esperaba hasta hace unos meses, pero aun así se trata de una cota inimaginab­le en otras latitudes.

Muchos comentaris­tas, no obstante, desconfían del triunfalis­mo que se deriva de estas cifras. Mientras el Papa ha estado aquí, se han publicado artículos y editoriale­s en los principale­s diarios advirtiend­o del desequilib­rio estructura­l que sufre el país, de la explotació­n de los trabajador­es, en las propias Filipinas y entre los connaciona­les que viven en la diáspora. “Bienvenido a la pobreza”, escribió un articulist­a del Business Mirror, y previno al Papa sobre el riesgo de que se lleve una imagen falsa de los filipinos, que parecen tener una sonrisa eterna pero que muchas veces se trata de una sonrisa engañosa.

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GIUSEPPE CACACE / AFP El Papa abraza a la niña Glyzelle Palomar, que le hizo llorando una pregunta difícil, y otro niño, ayer en la Universida­d de Santo Tomás

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