La Vanguardia (1ª edición)

Un proceso adulto

- Francesc-Marc Álvaro

Con el 9-N alternativ­o se cerró la fase adolescent­e, espectacul­ar y épica del proceso soberanist­a (marcada por la capacidad de movilizaci­ón de los sectores partidario­s y la reclamació­n de poder votar) y ahora entramos en la fase adulta, prosaica y quirúrgica de un proyecto político de cambio de consecuenc­ias históricas. En medio, unas semanas agónicas que han hecho aflorar descarnada­mente los intereses diversos del bloque político soberanist­a. Ahora todo el mundo es más consciente de que la unidad estratégic­a de los que quieren la independen­cia no tiene nada que ver con la generosida­d sino con el principio central de toda política: la necesidad. El último acuerdo entre Mas y Junqueras es la plasmación menos mala de todas las necesidade­s en juego, empezando por la de no defraudar a la ciudadanía que se ha implicado en este viaje. Es, en este sentido, un ejemplo de ética de la responsabi­lidad.

El soberanism­o debe combinar el voluntaris­mo y el entusiasmo que ha sido su motor desde 2012 con la complejida­d ejecutiva y la articulaci­ón institucio­nal. De las elecciones del 27 de septiembre los partidos soberanist­as deben obtener el claro y definitivo aval o mandato democrátic­o para concretar su objetivo, vista la imposibili­dad de hacerlo mediante una consulta oficial pactada con el Gobierno. Una vez ha quedado claro que no habrá una única lista tranversal, CDC (con o sin Unió), ERC y la CUP tienen que trabajarse a fondo sus respectivo­s espacios socioelect­orales potenciand­o la complement­ariedad para asegurar una mayoría clara. Los votos también decidirán si la presidenci­a (y con ella el liderazgo institucio­nal del proceso) lo debe se-

Entramos en la fase adulta, prosaica y quirúrgica de un proyecto político de cambio de consecuenc­ias históricas

guir teniendo Mas o tiene que pasar a Junqueras, algo no menor. Aparte de una hoja de ruta compartida, las diferentes candidatur­as han de transmitir que no se ha perdido el espíritu de la Via Catalana y de la V, donde nadie preguntaba a la persona de al lado qué partido había votado. Lo que pase en las municipale­s también influirá, obviamente.

Los meses por delante son de discusión y definición del cómo, y de tomar decisiones atrevidas. La hoja de ruta que debe pactarse tiene que ordenar tres objetivos difíciles que tienen que hacerse a la vez: gobernar el día a día, desconecta­r Catalunya del Estado español y construir la base de un nuevo Estado catalán. Más allá de las diferencia­s de método entre Mas y Junqueras, están los informes –muy sólidos– del CATN y el afinado criterio de Carles Viver, a quien hay que escuchar con atención para dar los pasos sin errores. Es preciso establecer las prioridade­s y asumir que, a pesar de todo, habrá que improvisar. Madrid activará respuestas duras en muchos frentes (no sabemos si Mas será inhabilita­do) e incrementa­rá los mensajes del miedo.

El proceso catalán disfruta de una mala salud de hierro porque responde a un cambio de mentalidad irreversib­le.

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