Colleja del Papa al machismo
El papa Francisco es un hombre bondadoso y un pontífice querido aunque vaya por el mundo repartiendo amonestaciones, admoniciones y collejas, como la que ayer nos propinó a los machistas en Manila, nuestra ciudad: “A veces somos demasiado machistas y no dejamos lugar a la mujer”. ¿Machistas los hombres? Su Santidad, usted no conoce bien a las mujeres (ni yo).
En su caso lo entiendo, porque el Vaticano tiene algo de esos clubs de fumadores en boga por Europa: están abiertos a todos y todas pero luego sólo ves varones fumándose un habano y hablando de mujeres y fútbol. Vamos, como mi casa: mucho humo, mucho partido de Liga y pocas mujeres.
Yo, el burro delante, pecador y católico en los minutos 90 de la vida –como los pericos y su san Caicedo– le diría al Papa que las mujeres tienen lugar, voz y mando en el mundo, aunque a veces se hacen las tontas –eso lo leí en una Contra, en boca de una mujer inteligentísima– y dan carrete porque saben que nos gusta dirigir y en voz alta aunque luego cuando nos matan en las guerras lo último que hacemos es llamar a la madre.
Progresamos rápidamente en la erradicación del machismo si se compara con otras desigualdades
Ya sé que el Vaticano tiene una diplomacia fantástica, con buenas antenas, en Manila son muy suyos –lo dice un enamorado de Filipinas– y conviene darles collejas a los varones porque les gusta mucho la fiesta y la siesta, cosas de la herencia española. Pero ¿dar “lugar” a las mujeres?
¿Ustedes han visto a las veinteañeras y las treintañeras que suben en Catalunya? Están avisadas, ven el paño, son desacomplejadas y llegarán hasta donde quieran llegar, que esa es otra. Digo yo que para morir en una trinchera llamando a la madre no se las ve interesadas. Ni para cepillarse a un tío para contarlo con detalles. Tampoco las veo muy entusiasmadas en el ajedrez, pero eso nunca lo he entendido.
Si yo fuera Papa, viviría en Roma y no tocaría mucho el tema del machismo, porque su equivalente es el feminismo y seguro que nos enfadamos si empezamos a hablar de la concepción y la no concepción. Yo juraría que progresamos adecuadamente –rápidamente si lo comparamos con otras injusticias seculares– y cada cual va eligiendo el lugar que más le gusta y si algún problema veo es la tentación –y el error– de imitar los peores patrones masculinos.
El Papa es infalible en lo suyo y hace bien en defender a las mujeres, a los desamparados, a los que lloran y no cantan, pero a veces, de tan bueno, le veo desorientado. El machismo es el reducto de los que no sabemos ser otra cosa y venimos del pasado, pero en una generación –esta misma– no quedará nada de su lenguaje, sus limitaciones y estereotipos. Por eso, en estas horas finales del machismo, el riesgo está en creer que la condición humana del sexo femenino cambiará el mundo, las injusticias y la regla del fuera de juego.