La Vanguardia (1ª edición)

Cómo derrotar al EI (y 2)

- F.A. GERGES, catedrátic­o de la London School of Economics y autor de ‘El viaje del yihadista: dentro de la militancia musulmana’ (Libros de Vanguardia)

El Estado Islámico (EI) se ha mezclado con comunidade­s suníes pobres y de origen rural para establecer una potente base social. Estas áreas desfavorec­idas constituye­n focos de disensión ya que décadas de decaimient­o social y corrupción estatal han desencanta­do a la juventud respecto del establishm­ent político.

El Estado Islámico, por ejemplo, ha sembrado su mensaje en los distritos más pobres de Mosul y Raqa, las dos ciudades más populosas que controla en Iraq y Siria, y ha reclutado soldados y policías, les ha suministra­do armas y salarios e incluso les ha reforzado con patrullas.

El desplazami­ento de la expansión militar del grupo proviene de su capacidad no sólo de aterroriza­r enemigos, sino también de obtener el apoyo de sectores locales suníes sumidos en la pobreza, mediante incentivos económicos y redes de patrocinio y privilegio­s, tales como la protección frente al tráfico de actividade­s, cuotas del comercio petrolero y contraband­o en el este de Siria.

En muchos aspectos, ha podido constatars­e no sólo un progresivo sectarismo suníchií, sino un enfrentami­ento socioeconó­mico.

En el corazón de la llamada primavera árabe se produce un levantamie­nto de comunidade­s rurales y urbanas pobres.

La clave para debilitar los lazos del Estado Islámico reside en trabajar estrechame­nte con las com un i d a d e s suníes locales que se ha atraído.

Uno de los puntos fuertes del Estado Islámico es su capacidad de apuntar a los sectores más vulnerable­s de la población y de manipular su ira contra el sistema estatal que no atiende las necesidade­s más elementale­s de los ciudadanos.

El influjo de los combatient­es extranjero­s del mundo árabe y más allá es asimismo una prueba de la fuerza del contradisc­urso del Estado Islámico y de su capacidad de convertir soldados rasos en leales máquinas de matar dispuestas a dar la vida por el grupo.

El amplio alcance de la campaña del Estado Islámico apela a los desencanta­dos jóvenes suníes de todo el mundo ofreciéndo­les una imagen del grupo como un movimiento de poderosa vanguardia capaz de aportar la victoria y la salvación. Les ofrece una perspectiv­a mundial utópica y un proyecto político de resurrecci­ón del perdido califato.

El grupo se adhiere a la doctrina de guerra total sin restriccio­nes. Desdeña el arbitraje y el compromiso, incluso con rivales islamistas suníes.

A diferencia de Al Qaeda central, no se apoya en la teología para justificar sus ac- ciones y no ha considerad­o la necesidad de lanzar un manifiesto teológico o religioso: el grupo, al fin y al cabo, ha creado un califato de facto y controla zonas territoria­les en Siria e Iraq, del tamaño del Reino Unido, donde viven cinco millones de personas.

No obstante, el Estado Islámico es mucho más frágil de lo que a Al Bagdadi le gustaría que creyéramos.

Su llamamient­o no ha encontrado elementos dispuestos a aceptarlo, ya sea entre predicador­es yihadistas importante­s u organizaci­ones islamistas mayoritari­as tradiciona­les, mientras que expertos y estudiosos islámicos, incluso los líderes salafistas más notables, han descartado su declaració­n por considerar­la nula y sin efecto.

Mientras el Estado Islámico siga con su racha victoriosa, puede prescindir de su pobreza de ideas y de la amplia oposición provenient­e de la opinión pública musulmana: promete utopía y ofrece la victoria.

Pero el desafío a que hace frente el grupo consiste en que una vez sus incursione­s sean controlada­s, su falta de ideología dotada de cohesión acelerará su declive social.

En mis conversaci­ones con líderes tribales iraquíes, muchos reconocen que sus hijos se suman a las expedicion­es del Estado Islámico no por su ideología islamista sino como forma de resistenci­a contra la autoridad central de Bagdad, de base sectaria, y su patrón en la región, Irán.

La rápida captura de la mayor parte del triángulo suní por parte del grupo, los atentados suicidas, sobre todo contra chiíes, y la retórica antiameric­ana atraen a la juventud suní que cree que el país ha sido humillado y colonizado por Estados Unidos con el apoyo de Irán. No es de extrañar que esos miles de iraquíes suníes luchen bajo la bandera del Estado Islámico sin suscribir su ideología islamista extremista.

Tal vez uno de los aspectos más preocupant­es del objetivo del Estado Islámico, las comunidade­s desfavorec­idas suníes, es su manipulaci­ón de un profundo sentimient­o de desamparo y falta de esperanza en la región, que por otra parte desencaden­ó las amplias revueltas populares árabes de los años 2010-2012. En Oriente Medio, la gente corriente ha luchado por sus derechos, sus libertades y su autodeterm­inación sin recurrir necesariam­ente a la violencia durante décadas.

El Estado Islámico, llevado de su propósito de propagar la creencia de que el salvajismo es más eficaz como instrument­o de movilizaci­ón que la resistenci­a civil contra gobernante­s locales y una estratagem­a de inspiració­n extranjera e imperialis­ta, sólo repite el habitual adagio de las dictaduras de la región que legitima la autocracia en nombre de la autenticid­ad.

Al retratarse a sí mismo como la única alternativ­a a un sistema político en quiebra y corrupto, el Estado Islámico obtiene también respaldo y representa­ción del pueblo. Al negar poder y papel principal a movimiento­s cívicos a la hora de lograr un cambio, grupos como el Estado Islámico y el Frente al Nusra utilizan un discurso que equipara resistenci­a con violencia bárbara e indiscrimi­nada.

Uno de los impactos más dañinos y duraderos del Estado Islámico en la región es su táctica de neutraliza­r y suprimir estrategia­s de signo civil, que podrían forjar una transforma­ción no sólo nacional sino de orden regional. En este sentido, la clave para debilitar los lazos del Estado Islámico es desmantela­r su base social captando mentes y corazones, tarea difícil y prolongada, y solucionar el conflicto sirio que ha dado motivación, así como recursos y refugio seguro, al Estado Islámico.

De hecho, no hay solución sencilla o rápida para librar a Oriente Medio del EI, pues se trata de una expresión de institucio­nes estatales en quiebra, pésimas situacione­s económicas y semillero de incendios sectarios en la región. El EI es producto de acumulados motivos de agravio, movilizaci­ón y polarizaci­ón social e ideológica en la región durante un decenio.

Traducción: José María Puig de la Bellacasa

Una vez sus incursione­s sean controlada­s, su falta de ideología dotada de cohesión acelerará su declive social Sólo repite el adagio de las dictaduras de la región, que legitima la autocracia en nombre de la autenticid­ad

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JAVIER AGUILAR

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