Una tendencia generalizada en todo el planeta
Lo que Barcelona probará dentro de un par de meses en la Diagonal o el paseo de Gràcia va en la misma línea que otras muchas experiencias de pacificación del espacio urbano que llevan a cabo ciudades de todo el mundo, que aprovechan los días festivos para cerrar calles que soportan un intenso tráfico a lo largo de la semana o que habilitan provisionalmente espacios que nunca fueron concebidos para el uso reposado de sus ciudadanos. Nueva York, Londres o París ofrecen desde hace años numerosos ejemplos de esta tendencia que se ha generalizado en casi todo el planeta, como demuestran muchas ciudades sudamericanas. Es el caso de Medellín, donde vías muy congestionadas, en pleno centro de la ciudad, en el barrio de El Poblado, se convierten los fines de semana en las llamadas ciclovías, calles reservadas para el uso de la bicicleta o para practicar el running. Antoni Vives y su gerente, Albert Civit. saben lo que es hacer piernas sobre el asfalto de la ciudad colombiana, en una zona que sería comparable en cierto modo a la entrada a Barcelona por la Diagonal. También São Paulo, la mayor ciudad de Sudamérica, una megalópoli con un tráfico imposible, capaz de poner de los nervios al más impasible conductor europeo, se ha atrevido a ce- rrar a la circulación todos los domingos el Minhocão, un espantoso viaducto que pasa rozando literalmente los bloques de pisos. Ahora, los días festivos sobre esta vía rápida se pasean ciclistas y peatones y la iniciativa espontánea de unos pocos jóvenes ha propiciado la aparición de un mercadillo callejero.