‘Je suis Patricia’
Quién vigila a los vigilantes? Aunque parezca increíble a estas alturas del partido, tan peliaguda pregunta, de puro arcana, sistémica y lejana en el tiempo, todavía continúa hoy por hoy pendiente de respuesta. Mal que les pese a los de siempre, lo que sí parece estar cada vez más claro es quiénes son los que los protegen, los blindan y los cubren cuando las cosas se salen de madre y la mierda, tan democrática ella por defecto, amenaza con salpicarlo todo por igual.
Tras asumir a regañadientes que ya no podía marear durante más tiempo la perdiz, la dirección de TV3 terminó permitiendo este mismo sábado la emisión en el canal 33 del tan polémico como multipremiado Ciutat morta, el escalofriante documental sobre aquel kafkiano 4-F del 2006 que se saldó, entre otros muchos horrores e ignominias, con el suicidio de Patricia Heras, la joven poeta que algunos años después se lanzaría al vacío desde la ventana de su habitación incapaz ya de asumir la (a todas luces) falsa acusación que pesaba sobre sus expiatorias espaldas. Brutal y cruda a partes iguales, y dirigida con comprometido pulso por Xavi Artigas y Xapo Ortega, la película radiografía con indisimulada vehemencia esa Barcelona presuntamente “de postal” en la que, paradójicamente, no parecen tener cabida ni la disidencia ciudadana ni la crítica institucional, y sí por el contrario los abusos policiales, las corruptelas políticas y las arbitrariedades judiciales. Significativo es sin lugar a dudas que a la versión que pudo verse la otra noche en el Sala 33 que dirige y presenta Àlex Gorina le faltasen cinco reveladores minutos de metraje, fragmento interesadamente “censurado” por estricto imperativo legal (aunque perfectamente recuperable a través de las redes sociales).
Demoledor de principio a fin, y tan incómodo como sólo pueden serlo los más valerosos documentales de investigación y denuncia, este Ciutat morta contó, además de con los desgarradores testimonios de los principales implicados en tan siniestra causa, con la certera opinión de tres voces tan autorizadas, insobornables y creíbles como la del antropólogo y activista Manuel Delgado, la de mi admirado colega Gregorio Morán y la del editor y abogado Gonzalo Boye, defensor este último de uno de los (injustamente) acusados. Como señaló él mismo, “el sol puede taparse con las manos, pero sigue estando ahí”. Imposible expresarlo mejor. Va por ti, Patricia.