La Vanguardia (1ª edición)

“Somos testigos de la gran transforma­ción del planeta”

Peter Heller , que publica ‘La constelaci­ón del perro’

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Tras leer La constelaci­ón del perro, la cita con Peter Heller causa incertidum­bre. ¿Será un tipo torturado en su pesimismo por el destino de la humanidad? El encuentro se produce en un lugar de película. Heller explica que no pocos filmes y series de televisión se han rodado o grabado en este enclave. Desde este apartament­o-loft de Brooklyn, junto al estuario del East River, el perfil de Manhattan se abre como si los ventanales fuesen enormes pantallas. Las vistas son de cine. Una vez dentro, y sin mirar hacia el exterior, la sensación cinematogr­áfica persiste. El recinto está repleto de fotografía­s, de objetos, de recuerdos, de cuadros, de obras de arte, algunas realizadas con “cráneos reales”, apunta Heller señalando unas piezas. Esta era la residencia de su madre, una artista fallecida recienteme­nte.

El hijo ha viajado de Denver, donde reside, a Brooklyn, distrito neoyorquin­o donde nació, para hacer inventario del material.

Pese a esta luctuosa circunstan­cia y a la distopía de su primera no- vela –superventa­s en Estados Unidos al publicarse en el 2012, que ahora ha editado en castellano la editorial barcelones­a Blackie Books–, este periodista y aventurero, autor de cuatro libros de no ficción, poeta, explorador de la naturaleza, apasionado del cayak y el surf, viajero, piloto de avión, pescador, observador de estrellas, pues eso, sorprende por su jovialidad superados los cincuenta. Su risa, franca y sonora, resulta contagiosa.

Su debut novelístic­o –en este periodo ha lanzado la segunda, The painter, y concluida la tercera– acaba con un poema de Li Shang-yin. Es el mismo poema que hace más de dos décadas recitó en la ceremonia de despedida del amigo que murió en un río de China cuando juntos se disponían a realizar un reportaje sobre kayak. El río subió de pronto. Heller tenía 29 años y aquel era el primer encargo como reportero. Un bautismo que deja huella. Cuando te sientas a escribir la novela que llevas dentro, es impresiona­nte cómo las cosas que te han pasado te vienen de nuevo.

¿Le inspiró ese accidente? No creo que fuera el accidente en sí, pero sí es cierto que La constelaci­ón del perro trata mucho sobre la pérdida, cómo manejamos esa pérdida, y también sobre cómo somos capaces de arriesgar para estar conectados a otros seres humanos y buscar el amor. Este relato suena a alarma sobre el cambio climático. Como periodista que se documenta, vi muy claro que el ecosistema está amenazado. La gran historia es que nos hallamos en la sexta extinción masiva.

¡Qué panorama! Estamos a la mitad de esta sexta gran extinción. Es la historia de nuestro tiempo, uno de los más interesant­es. Somos testigos de una de las grandes transforma­ciones del planeta. que Lo sobrecoge,dice con una como tranquilid­adsi nada... Estamosda. Con un acelerando­amigo, un esta experto pérdi-de Denver, hablamos de cómo impactará y creemos que sucederá en 30 años. Empezará el colapso de los océanos, que producen más de la mitad del oxígeno, veremos grandes migracione­s, movimiento­s masivos de refugiados, Sabemos que hoy ya están desapareci­endo muchas especies.

Y en Estados Unidos se prodigan los negacionis­tas, que no ven la mano del hombre detrás. Es ridículo. No soy muy optimista sobre la especie humana.

No hace falta que lo diga. Su novela es una distopía, la lucha por la superviven­cia después de una epidemia de gripe, en la que Bangley y Hig, con su perro Jasper, tratan de no ser aniquilado­s por la enfermedad y por otros supervivie­ntes. ¿Un escritor atormentad­o? No lo soy. Esto no es The road ( La carretera). Sí que hay un eco, admiro a Cormac McCarthy. The road es la gran literatura americana, una obra maestra. Pero yo me senté en mi cafetería y no sabía qué iba a pasar en mi novela. Tenía la primera línea. Me senté y escribí. Había una continuaci­ón a esa primera línea. Escuché mi voz interior. Era como tener a alguien al lado que me hablará y yo escuchaba y escribía.

¿Sugiere que al empezar no sabía nada de su narración? No lo sabía. Soy un poeta y estoy más interesado en la música del lenguaje que en el concepto de la historia. Esa voz me mantenía, me contaba el relato. A las pocas páginas vi que era una novela postapocal­íptica. ¡No quería escribir una novela postapocal­íptica, quería escribir ficción, no quería ser comparado con McCarthy! Es tu primera novela y no quieres que te comparen con él.

Tampoco está nada mal... Al seguir escribiend­o comprendí que era muy diferente porque está el sentido de la alegría, entendí que era un proyecto diferente. Lees el libro y dices que el escritor es un tipo torturado. Es muy interesant­e: yo soy una persona alegre, soy exuberante, hilarante, me encanta mi vida. Si el planeta está amenazado, hemos de tener energía, disfrutar, cuidarnos los unos a los otros, ser generosos, amarnos, no podemos hundirnos en la desesperac­ión. No digo que sea fácil, pero esta es la batalla, mantener el amor y la alegría.

Insiste en que “una voz” le explicó este relato... Realmente intenté no pensar en lo que escribía. Al acabar comprendí lo bello que es nuestro subconscie­nte.

Con Jasper, el perro, mues- tra esa tendencia, tan palpable en los estadounid­enses, de humanizar a las mascotas. Los estadounid­enses somos gente solitaria porque hemos perdido esa cosa natural, de las comunidade­s, que habíamos tomado como garantía: la iglesia, la familia extensa, sentarse todos juntos en la noche, hablar. Ahora trabajamos, los niños están con los videojuego­s. Se han perdido las relaciones. Es el individual­ismo, la imagen del cowboy cabalgando solitario, es el héroe, esa soledad.

Ya, pero aseguran que a usted le apasionan los cowboys... Lo primero que hice al trasladarm­e a vivir a Colorado fue comprarme un caballo y montarlo hasta Wyoming. Todo un mes. Tenía 32 años, Me puse el sombrero, cada noche encendía la hoguera. Quería hacer eso de todo corazón desde que era niño.

Mucha naturaleza, pero se ha instalado en Denver. Un lugar magnífico para trabajar. Cada día escribo mil palabras...

¿Mil palabras? Leí que Graham Greene escribía quinientas todos los días de su vida. Llevaba la cuenta al margen y al llegar a quinientas se paraba, en medio de una frase, de un diá-

EL PANORAMA “La gran historia es que nos hallamos en medio de la sexta extinción masiva” EL ECO DEL MAESTRO “No quería escribir un libro postapocal­ítico ni que me comparasen con McCarthy”

logo. Lo dejaba en un punto excitante para tener más ganas de seguir escribiend­o al día siguiente. Hice lo mismo. Cada mañana, al levantarme, estoy muy ansioso con la continuaci­ón.

Aunque usted tiene una cabaña en un paraje natural, ha dicho que escribe en Denver… En una cafetería. Me gusta escribir ahí, es como mi oficina. Intento que sea siempre en la misma mesa. Ahí he escrito mis tres novelas, conocí a mi mujer...

¿En la misma cafetería? Ella entró, yo soy tímido. Le escribí una nota, le dije que me gustaría cenar con ella, que, si estaba de acuerdo, levantara el pulgar. Pero ella no podía leer la nota. Tengo letra de médico. Cogí otra servilleta y escribí algo que pudieran entender. Todo en mayúsculas, letra de arquitecto. Alzó el dedo. De esto hace siete años.

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GETTY IMAGES Peter Heller, aventurero y novelista de éxito

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