La Vanguardia (1ª edición)

“Desearía una Iglesia más sencilla, cercana y pobre”

Tengo 74 años. Soy de Badalona. Busco un mundo más justo en el que hayan oportunida­des para todos. He comprobado que hay pobres en prisión por robar una miseria y que los que roban millones están libres. Hay una explotació­n del rico sobre el pobre. El mal

- IMA SANCHÍS

Me instalé en el Chaco boliviano a los 28 años, ¿y sabe qué es lo que más me impactó? La risa de los indios chiriguano­s: ¿cómo pueden reír tanto si no tienen nada?

También debió de topar con el lado oscuro. Sí, con la gente blanca que se tenían por cristianos y explotaban a los pobres. En las pulperías de sus fincas vendían los alimentos básicos a los indios cuyo salario no les alcanzaba, siempre debían dinero al amo y nunca podían ser libres. Es una nueva esclavitud.

Esa burguesía debe de tener su lado bondadoso. No lo vi. Teníamos un acuerdo con el gobierno: nosotros construíam­os las escuelas y ellos pagaban el salario al maestro. Construimo­s muchas, pero el propio canciller de la República, que se llenaba la boca hablando de los marginados, no nos dejó levantarla en sus tierras: “Cuando esta gente sepa leer y escribir ya no querrán trabajar”, dijo.

Las iglesias están llenas de ese tipo de beatos.

Sí, pero no viven el mensaje de Jesús. Ir a misa a veces es solo una actitud social. ¿Quiere saber cuál es mi sueño?

Sí. Desearía una Iglesia más sencilla, cercana y pobre, que estuviera realmente junto a los más necesitado­s. Una Iglesia sin poder. Sería bonito que el Papa no fuera jefe de Estado ni el Vaticano un Estado. Que se suprimiera­n los cardenales.

¡…! Me gustaría que se prescindie­ra de títulos como santidad, excelencia, eminencia, reverendís­imo... Que todos fuéramos hermanos: hermano Papa, hermano obispo. Hay mucha gente que disfruta con los títulos y llevando vestidos que parecen más un disfraz de carnaval que de seguidores de Jesús de Nazaret.

¿Qué más cambiaría? Me gustaría que a los obispos los escogieran democrátic­amente los creyentes y no por amiguismo o afán de poder. Que no se confundier­a el don del celibato con la vocación de servicio ministeria­l, que fuera optativo.

Le ha dado usted vueltas al tema. Y no me parece bien que se niegue la comunión a los divorciado­s, que no se les permita rehacer su vida. ¿Y la postura de la Iglesia frente al uso de los preservati­vos? Hacer el amor es una cosa buena y santa, y la paternidad ha de ser responsabl­e pero el método natural falla continuame­nte.

¿Y frente a la homosexual­idad? Todo el mundo tiene derecho a amar y ser amado. Yo no los considero pecadores. Con su moral sexual la Iglesia ha hecho sufrir a mucha gente manipuland­o las conciencia­s y utilizando el miedo al pecado y al infierno. Algún día el Papa deberá pedir perdón públicamen­te en nombre de la Iglesia por haber hecho sufrir a tantas personas.

¿Todavía no le han excomulgad­o? Yo me agarro a los Evangelios, ahí está el mensaje de Jesús, y me pregunto cómo actuaría él. La Iglesia abarca diferentes formas de pensar, pero los que mandan suelen ser poco abiertos y muy conservado­res (a excepción del Papa Francisco).

¿Las mujeres no deben oficiar misa? Deberían tener las mismas responsabi­lidades que los hombres en la Iglesia y ser ordenadas sacerdotes, obispos, diáconos.

Quince años en Bolivia, ¿cómo fue su vuelta? No me adaptaba, pero luego pensé en san Francisco de Asís, que en su tiempo supo estar junto a los marginados, se fue con los leprosos. En los años ochenta para la sociedad los leprosos eran los enfermos de sida.

¿Y se dedicó a ellos? Por las noches recorría calles y playas de Barcelona y les daba dinero para que fueran a una pensión, pero muchos se lo bebían. Luego conocí a sor Genoveva, dedicada al cuarto mundo, y juntos abrimos la primera casa para acoger a estos enfermos, jóvenes de entre 18 y 35 años. Venían para morir.

¿No tenían a nadie? No, y no sabe como agradecían el apoyo y ese ambiente familiar que desconocía­n. La soledad es terrible. Gente muy desequilib­rada se centró, así comprobé que cuando a una persona se la acoge y no se le abandona, nace la esperanza en su corazón.

Ahora esos enfermos ya no mueren. Cuando abrimos Can Banús en Badalona, gracias a los cócteles de medicament­os pudimos pensar más en la vida que en la muerte, pero nadie quería darles trabajo, así que abrimos una empresa de manufactur­a.

¿Teme usted a la muerte, padre? Mi vida es amar y servir al pobre, sin ello carece de sentido. Un día llegará la hermana muerte y creo que me llevará con Dios, pero no sé dónde ni cómo será.

¿Qué sabe? Sé que Dios es amor, y donde hay amor uno se lo pasa bien. Y aunque no hubiera nada tras esta vida yo estoy feliz, me lo he pasado muy bien amando y haciendo el bien. La mejor recompensa es la la sonrisa de las personas, con eso ya tengo el cielo en la tierra.

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MANE ESPINOSA

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