Barrio rico, barrio pobre en Atenas
La capital griega se convierte en referente de la desigualdad extrema
La buena noticia llega desde Iki Sushi Bar, un nuevo restaurante japonés en Neo Psihiko, un barrio de nivel alto en el norte de Atenas: abrir un negocio en la Grecia de la troika es mucho más rápido que antes. “Sólo tardamos una semana con la documentación para la cámara de comercio y diez días en el ayuntamiento”, dice Costas Patriarchopoulos, de 55 años, uno de los tres socios del restaurante. “Y eso que lo hicimos en agosto”, añade.
Grecia ha subido como la espuma en el ranking de creación de empresas del Banco Mundial. Ocupaba el puesto 140 en el 2010; ahora está en el 52, tras adelantar a España (74) y hasta a Suiza e Israel. Es uno de los logros de los que hablaba Jeroen Djisselbloen, el presidente del euro grupo cuando advirtió el viernes en Atenas de que el nuevo Gobierno de Alexis Tsipras “no debería echar a perder el progreso de los últimos años”, el de los ajustes.
Con sus platos de fusión grecojaponesa –sashimi con limón y aceite de oliva– Iki Sushi es un buen modelo de negocio en Atenas, ciudad pionera en Europa en la carrera hacia la extrema desigualdad. La cocina japonesa está ganando adeptos en Neo Psihiko, el tipo de barrio en el que estaría pensando Yanis Varoufakis , el carismático ministro de Finanzas de Syriza, cuando dijo la semana pasada : “Crecer no quiere decir conducir un Porsche Cayenne en las calles estrechas de Atenas”.
Pero Patriarchopoulos –que votó a Syriza– no ve futuro en la economía de oportunidad emprendedora. Sabe que si en Grecia es fácil abrir un negocio, es mucho más fácil cerrarlo. Unas 200.000 pymes han quebrado desde el inicio de los ajustes en el 2010. En estos momentos uno de cada tres empresarios dice que su negocio está al borde de la quiebra.
Patriarchopoulos perdió su trabajo de directivo cuando cerró su empresa, proveedora de equipos de telecomunicación hace un año. “¿Qué más da que pueda abrir un negocio en 20 días si la economía se ha hundido, y los servicios sociales se han colapsado”, dice. Su socio en Iki Sushi, Notis Potropoulos era constructor, pero su negocio se desplomó en el 2012. “Una empresa me debe 100.000 euros”, dice.
Lo cierto es que conforme se va hundiendo la economía griega y el paro llega al 27%, un ejército de exdirectivos, exingenieros, extécnicos del automóvil, exarquitectos, exfuncionarios está abriendo bares y restaurantes y otras pymes de servicios. Está por ver si prosperan en una coyuntura de consumo por los suelos y sin financiación bancaria.
Potropoulos, de 55 años, es votante leal de Nueva Democracia. Pero tampoco percibe el progreso del que habla Djisselbloen. “Las subidas de impuestos son horribles; te despiertas por la noche pensando ¿Cómo voy a pagar-
Parados cualificados abren restaurantes y bares con el consumo aún por los suelos
los?”. Mientras, “las grandes empresas griegas ya tienen su sede en Bulgaria o Rumanía donde no pagan nada”. Pese a haber votado a Andonis Samarás, Potropoulos apoya el reto de Tsipras a la troika. “Samarás no ha sido sufi- cientemente fuerte”, dice.
Los camareros en Iki Sushi apoyan al nuevo Gobierno sin reservas. “Yo y todos mis amigos votamos a Tsipras; queremos algo nuevo”, dijo Cristos Karagiannopoulos, de 24 años, de madre griega y padre neozelandés. Otro camarero, que hablaba bien inglés, votó a los griegos independientes (derecha nacionalista).
¿Cuál debería ser la prioridad del Gobierno? “Recuperar la esperanza: vas por la calle y ves a personas que hablan consigo mismas; esto tiene que cambiar”.
Iki Sushi no es el único ejemplo del reciclaje masivo de ingenieros, y arquitectos en hosteleros en la Grecia de la troika. En el barrio de Kolonos, socialmente en el polo opuesto de Neo Psihiko, Nikos, un exmecánico de ascensores de 33 años, acaba de abrir una pequeña cafetería.
Es fácil abrir un local, pero también cerrar: uno de cada tres está al borde de la quiebra “Antes aquí había una clase media, ahora el ciudadano medio es pobre”, dice un joven “Todos votamos a Syriza; queríamos algo nuevo”, explica un camarero
“Cuando instalaba ascensores, cobraba un salario base de 1.200 euros y a veces con horas extras llegaba a 2.000 o más; pero me lo bajaron a 800”, explica. “Kolo-
nos era un barrio de gente sencilla, pero una persona normal ahora en Grecia es una persona pobre; antes había tres clases: ricos, clase media y pobres; ahora solamente hay dos”.
Nikos también abrió su negocio en un pispás. “Compré el traspaso y abrí en seguida; invertí un total de 20.000 euros”, dice. Pero duda de que siga adelante. “Cuando cobra la nómina, la gente viene a tomar un frappé (café con nata y hielo, muy popular en Atenas) pero si no, es un lujo que no se permiten”. Sus recetas son diametralmente opuestas a las de la troika: “Subir los salarios y bajar los impuestos, el dinero tiene que circular”. Más o menos la filosofía keynesiana de Syriza. Nikos votó a Tsipras. “Necesitamos nuevas ideas y gente joven; el mundo ha cambiado; habrá que cambiar los gobernantes también.”