Hospitales solidarios
Un grupo de especialistas concienciados crea centros médicos para atender a las personas sin recursos
Cualquiera que crea que las reformas estructurales y la liberalización recetadas por la troika han despejado la cruel burocracia griega, que se lo diga a Eleni. De cara tan pálida que asusta, pelo rubio desteñido, ojos hundidos y ojeras hinchadas, levanta el documento de Hacienda y señala el número: 40 euros. Es la multa que le han puesto por los retrasos que lleva en sus impuestos. “Me han retirado el seguro médico público hasta que pague la multa; ahora tengo que solicitarlo todo de nuevo”, dice. Esto supone entregar decenas de papeles a diferentes oficinas de la administración.
Es obvio que Eleni, que tiene 65 años, ya está cerca del límite de su capacidad. Lo cual, en su caso, es especialmente grave porque padece una grave condición cardiaca. Se echa a llorar en dos ocasiones. Sin seguro médico, tiene que pagar por sus medicamentos de hipertensión pero no tiene con qué pagarlo. No hay renta mínima en Grecia. Antes, trabajaba de asistenta pero ya no hay trabajo. Es más, no está en canciones de trabajar.
Eleni es uno de una decena de personas que entraron el jueves en la clínica de solidaridad de Pireo, un centro de salud montado por voluntarios en un barrio de renta baja cerca del puerto de Atenas. Creado por un equipo de médicos y dentistas comprometidos, conscientes de que la crisis había condenado a cada vez mas gente a vivir sin seguro médico, es uno de los siete centros de apoyo sanitario en Atenas.
Aquí Eleni –que había pasado dos meses sin tomar sus pastillas para la tensión arterial– puede ver a un médico y recibir gratuitamente los medicamentos que necesita. La clínica ha atendido en los últimos dos años a unos 3.000 pacientes. Otra clínica de solidaridad establecida en Eleniko, también en Atenas, ha atendido a mas de 30.000 pacientes.
Por si el laberinto burocráti- co no fuera una barrera suficientemente alta, Eleni es analfabeta. Va enseñando papeles a los trabajadores de la clínica sin entender lo que dicen. Tiene derecho a una pensión por incapacidad. Pero esta solicitud también se ha paralizado debido a sus atrasos con los impuestos. “Los políticos han robado todo el dinero del FMI y nosotros no tenemos nada –dice–. Voté a Syriza; con gente nueva en el Gobierno cobraré mi pensión”.
Parece una fe ingenua dada la historia de la policía griega. Pero lo cierto es que Syriza ya ha anunciado un plan para aliviar la situación de decenas de miles de contribuyentes que deben impuestos equivalentes al 30% o más de su renta. Es una de las medidas anunciadas esta semana que más ampollas han levantado en Berlín, Frankfurt y Bruselas. Se ha triplicado la presión tributaria sobre el asalariado medio en los últimos años y cientos de miles de contribuyentes han dejado de pagar.
La Grecia de la troika es un mundo kafkiano para personas como Eleni . “Siempre hemos tenido una burocracia terrible, pero en los últimos o cuatro años se ha vuelto insoportable”, dice Quin Minassian, uno de los voluntarios en la clínica. “En Bruselas piensan que tenemos las leyes, que todo funciona, pero para la gente de la calle no funciona nada”, añade. “Han cambiado las leyes tantas veces que ni los funcionarios ni los médicos entienden el sistema. Lo llamamos el círculo sin fin”, expli- ca Minassian, de 50 años , profesora de lengua armenia, y que perdió su propio seguro médico tras ser despedido de una escuela hace dos años. “Syriza es la única esperanza”, añade.
Litsa, de 63 años, llega a la clínica a las 12,30 de la mañana. Tuvo una mastectomía en 1980 y había compartido el seguro médico de su marido. Pero en el 2013 su marido la abandonó. Ahora, sin seguro, no puede ha- cer las pruebas de sangre que son cruciales para controlar su estado de salud. “Ella necesita pruebas especializadas que no podemos dar”, dice Oanna Koliofoti, médico en el centro de salud de solidaridad. “Vamos a intentar hablar con un médico para que lo haga por la puerta de atrás”.
Litsa cobra una pensión de 311 euros al mes. Votó al Pasok. Dice que recuerda los años de Yorgos Papandreu, cuyo primer Gobierno, en 1980, creó el sistema público de sanidad en Grecia. “Entonces era fácil ver a un médico; ahora en los hospitales públicos tienes que esperar 9 o 10 horas”, dice Litsa. “Necesitamos tener acceso a todos a los hospitales públicos y privados”, explica. ¿Se fía del primer ministro Tsipras para hacerlo? “Vamos a darle la oportunidad”, responde.
Mientras tanto, seguirá acudiendo a la clínica de solidaridad del Pireo. “Lo que pedimos a Syriza es que dejemos de ser necesarios”, dice Koliofoti. “Es como un terremoto; estamos dando a la gente una tienda para abrigarse, pero nadie debería vivir en una tienda”.
Minassian: “Han cambiado las leyes tantas veces que ni los médicos entienden el sistema sanitario”