Pintan bastos
La campaña electoral que acabamos de abrir amenaza con ser, además de larga, a cara de perro. Aunque ya hace tiempo que los partidos calientan motores, la confirmación del avance electoral en Andalucía y los resultados en Grecia han dado el definitivo pistoletazo de salida. Francamente, no sé si sobreviviremos.
De entrada ha habido un efecto positivo: los dirigentes del Gobierno y del PP han decidido dar la cara y propagar la buena nueva de sus autoproclamados éxitos ante todos los micrófonos que ven. Incluso el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se ha hecho carne televisiva y, –¡oh, milagro!– la inaccesible vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, también se ha dejado entrevistar. Nunca es tarde, podríamos decir, si no fuera porque la proliferación mediática viene acompañada por tics preocupantes. Esperanza Aguirre, por ejemplo, se ha permitido criticar la información que se da en Antena 3 sobre Podemos y el triunfo de Syriza en Grecia invocando incluso su amistad con José Manuel Lara para cantarle las cuarenta. El que ella estuviera allí para criticar con total libertad a ambas formaciones no ha desanimado a la nunca jubilada lideresa en su afán censor.
Pero es el tono lo que lleva a pensar que será una lucha sin cuartel. Los recién llegados de Podemos ya están dando explica-
Justo empezamos febrero y parece que nos espera un año de campaña de destrucción masiva
ciones de sus actos remontándose hasta la prehistoria, porque los especialistas en porquería están trabajando buscándoles monstruos bajo la cama. Las cuentas claras no sobran nunca, sobre todo si uno se proclama el campeón contra la corrupción. Pero parece cosa de guasa que los que tienen un montón de dirigentes y exdirigentes, militantes y saludados imputados o en la cárcel se pasen el día haciendo la prueba del algodón. Como también la reclaman desde el PSOE, aún con los pelos de punta al ver cómo los griegos han liquidado a sus hermanos del Pasok, a los que identifican como parte del problema después de décadas de alternancia con los conservadores de Nueva Democracia.
No será un año agradable, no. Tendremos que escuchar frases muy agrias y no descartemos algún informe policial de fantasía, habituales últimamente porque no tiene ninguna consecuencia inventarse gravísimos delitos y después decir que no se han podido confirmar.
En Catalunya, aunque nos vanagloriamos de ser más elegantes, no creo que el espectáculo sea más edificante. De momento ha empezado con el asco que supone escuchar a Jordi Pujol decir que le daba miedo saber algo del dinero negro que tenía su familia. Miedo. El hombre que ha gobernado Catalunya con mano de hierro tenía miedo de preguntarle a su mujer cómo iba aquello de la pasta guardada en el extranjero. El mismo día que un buen número de ex altos cargos socialistas juzgados por el caso Mercurio se esforzaban en hacernos creer que todas las llamadas presionando a la alcaldesa de Montcada i Reixac para que contratara a una enchufada eran sólo “opiniones”. Opiniones que no se podían rechazar, que diría don Vito Corleone.
En fin, que justo empezamos febrero y parece que nos espera un año, más que de campaña electoral, de campaña de destrucción masiva. Cómprense un casco.