Obama, entre osos y petróleo
El presidente de EE.UU. quiere preservar el paraje natural de Alaska de la depredación petrolera a cambio de perforar en el Atlántico
Los osos polares que habitan entre la Cordillera de Brooks y el océano Ártico podrán crecer, multiplicarse y ser felices junto a los 230 habitantes esquimales de la aldea de Kaktovik si prospera la iniciativa del presidente de EE.UU., Barack Obama, de ampliar hasta 120.000 km2 –cuatro veces la superficie de Catalunya– la declaración de zona virgen protegida en el Refugio Nacional de Fauna Silvestre del Ártico, en Alaska.
Los grupos ecologistas ovacionaron el anuncio que hizo esta semana el presidente, pero la alegría duro apenas 48 horas y se convirtió en indignación, porque Obama, especializado en poner una vela a Dios y otra al Diablo, autorizó luego nuevas perforaciones en la Costa Este para extraer gas y petróleo del Atlántico.
La declaración de zona virgen es el más alto nivel de protección jurídica y lleva implícita la prohibición de prospecciones petrolíferas y hasta la construcción de carreteras. La Casa Blanca difundió un vídeo en el que Obama, en plan Félix Rodríguez de la Fuente, defendía su decisión argumentando que “es un lugar increíble, virgen, imperturbable, que alber- ga caribúes y osos polares, toda clase de vida marina, innumerables especies de aves y peces y durante siglos ha sido el hábitat de las comunidades nativas de Alaska, pero es muy frágil”.
La mayor amenaza a su fragilidad son las reservas de gas y petróleo que esconde en sus entrañas, 40.000 millones de barriles de crudo que hacen salivar al pro- pio gobernador de Alaska, Bill Walker, y a los depredadores del American Petroleum Institute. Pero sobre esa zona del Ártico también pesa la amenaza del cambio climático, donde el calentamiento evoluciona más rápidamente. La reserva natural de Alaska es la mayor superficie protegida de EE. UU. sin comparación con los 3.000 km2 de Yosemite, en California, o los 9.000 de Yellowstone, que abarca territorios de Wyoming, Idaho y Montana.
Con todo, la iniciativa del presidente Obama tendrá que superar enormes obstáculos. La orden ejecutiva del presidente requiere para ser definitiva la aprobación del Congreso y los republicanos dominan ambas cámaras del Capitolio y no están dispuestos a apoyar esta y otras iniciativas medioambientales del presidente.
Al contrario, el jueves el Senado ya aprobó la construcción de un megaoleoducto que Obama ha jurado vetar por motivos am- bientales. Por supuesto, los más beligerantes con el plan de Obama en Alaska son los republicanos autóctonos, que observan las reservas de combustibles fósiles como la garantía de su futuro.
Inmediatamente después del anuncio de Obama, la senadora republicana Lisa Murkowski lo consideró una “declaración de guerra” y “un ataque a nuestra soberanía, y a nuestra capacidad de desarrollar una economía sólida que nos permita prosperar a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros nietos”. El gobernador Walker amenazó con acelerar la producción de petróleo en suelo de propiedad estatal para compensar las restricciones federales.
Y eso ocurre con un Gobierno, el de Obama, que se declara comprometido con la reducción de las emisiones de gases invernadero y al mismo tiempo es abiertamente partidario de la producción de petróleo, de gas e incluso del fracking. “Si el gas se extrae
El plan consiste en ampliar hasta 120.000 km2 la zona protegida de perforaciones Los republicanos rechazan el proyecto y Alaska lo ve como una declaración de guerra
con seguridades el combustible puente que puede alimentar nuestra economía con menos contaminación”, sostiene el presidente de Estados Unidos.
Y con esa doble personalidad en el ámbito medioambiental,después de anunciar la protección del Ártico, Obama satisfizo las ansias perforadoras del lobby petrolero anunciando un plan quinquenal de explotación de petróleo en el Atlántico que implica nuevas perforaciones, frente a las costas de Virginia, Georgia y las dos Carolinas que cambiarán la vida y la economía de estos estados.
Las organizaciones ecologistas que comenzaron eufóricas la semana por la protección del Ártico, hicieron sonar todas las alarmas. Advierten que las prospecciones arruinarán la columna vertebral de la economía costera, –la pesca y el turismo– y constituyen un riesgo de catástrofe como la que en 2010 provocó la explosión de la plataforma Deepwater Horizon, con 800.000 toneladas de crudo vertidas al mar.