La Vanguardia (1ª edición)

“A algunos pilotos les pica más que los gane yo que un chico”

Laia Sanz, mejor mujer de la historia en el Rally Dakar

- TONI LÓPEZ JORDÀ

Laia Sanz Pla-Giribert (Corbera de Llobregat, 11/XII/ 1985), Mademoisel­le Da

kar, hace dos semanas que hizo historia en el rally más duro del mundo y todavía no ha tenido un día de descanso. Actos de patrocinio, programas de TV, compromiso­s, entrevista­s... es la mujer de moda del deporte. Antes de irse de vacaciones, a tumbarse “a no hacer nada, a algún lugar cálido a pocas horas de avión,” Laia repasaba su gesta en una visita a La Vanguardia.

Ya es la mejor mujer de la historia del Dakar en motos, 9.ª absoluta. Son palabras mayores.

Sí. El año pasado, cuando se hablaba de los récords, del mejor resultado de una mujer en el Dakar, que era un 10.º puesto (de Christine Martin, en 1981), pensaba que era cosa de otras épocas, que no se podría repetir... ¡Y zasca! Fue mejor de lo que esperaba. Yo misma estoy sorprendid­a.

¿Qué significa para usted?

Supongo que dentro de un tiempo seré consciente de lo que he hecho. Van pasando los días y me voy diciendo: “¡Ostras!”.

Tenía la intención de mejorar el 16.º puesto del 2014. ¿Has-

ta dónde creía que llegaría?

Sinceramen­te, yendo muy bien, haciendo una carrera perfecta, creía que podía ser 12.ª o 13.ª... Pero todo fue saliendo redondo, los primeros días entraba entre los 20 primeros, acabé la primera semana la 14.ª... Muy sorprendid­a.

Su reto desde niña fue ganar a los chicos, y en este Dakar acabó delante de 155 hombres de los 164 pilotos de motos. ¿La miran con cierta rabia o envidia?

No. Los pilotos amateurs me miran con admiración, porque saben lo que cuesta y ven que estoy allí arriba, yendo rápido y sin caerme. Y entre los pilotos punteros segurament­e hay alguno a quien le pica más que lo gane yo que un chico. Hay alguno que no se lo toma muy bien... Este año muchos han visto que he hecho un gran cambio y me han dicho cosas buenas: “¡Ostras, cómo corres!” o “Ahora vas mucho mejor”. Han quedado sorprendid­os.

¿Una muestra de admiración de un rival masculino es como si le tiraran un piropo?

Sí, claro. Que Marc Coma hable bien de mí, un piloto que admiro y que es el referente de todos los jóvenes, que diga que puedo mejorar o que lo hice muy bien, es un piropo muy grande para mí.

¿Qué le decían los rivales?

Era más cachondeo que otra cosa. Por ejemplo, con Jakes (el eslovaco Ivan Jakes), el rival por el 8.º puesto, tenía buen rollo, y antes de la salida del último día me dijo: “No me puedes ganar, porque si no mi mujer no me deja volver a casa”. Pero siempre me trataron con respeto. Creo que ha cambiado un poco el modo cómo me ven: soy uno más, al salir muchos días entre los pilotos punteros. Me ven más como un rival, pero al ser mujer les da un poco de reparo...

¿En qué sentido?

Creo que muchos prefieren que les gane cualquier otro, pero que no sea yo. Tener a Laia justo delante en la general no les gusta.

¿En qué lo ha notado?

Por ejemplo, lo que apretó Jakes los últimos días no creo que lo habría hecho si el rival hubiera sido un chico. Se ven imágenes suyas corriendo como un loco.

¿Percibe machismo?

Sí que hay un poco, pero como en todos los ámbitos. Pero también hay lo contrario: por ser mujer te valoran mucho y te tratan mejor. Hay de todo. Antes me afectaban mucho algunos comentario­s, ahora no tanto.

¿Qué tipo de comentario­s?

Del tipo: “Laia corre tanto porque la moto corre mucho”. Claro que corre mucho, ¡pero también se tiene que hacer correr! ¿Y muchos de los que iban detrás no llevaban una buena moto? Al final, este tipo de comentario­s me motivan todavía más.

¿Da algún sentido reivindica­tivo a su resultado en el Dakar?

Por una parte sí, porque ayudo a cambiar la percepción que hay de la mujer en el motor, la idea de que las mujeres no pueden ir rápido en moto y en coche. También animo a más chicas a correr.

¿En qué sufren más las mujeres el Dakar que los hombres?

Todos lo pasamos mal. Para nosotras (las chicas), es más incómodo ir a hacer un pipí. Los chicos se giran y nosotras nos tenemos que esconder un poco más, detrás de unos matorrales o de la moto. Es lo único. Pero al cabo de unos días se te han pasado las manías. La dificultad crece cuando hay mucho público. En Argentina entré en una gasolinera y unas chicas me siguieron hasta el lavabo. Querían una foto. ‘Un momento, ¿no? ¡Dejadme mear!’.

Mal asunto en una etapa maratonian­a de 8 o 9 horas.

Sí, pero tienes la misma dificultad que los chicos. Hay quienes llevan inventos: pañales o una especie de tubo que saca la orina... No quiero ni saber cómo. Yo no llevo cosas raras, aprovechab­a los repostajes, tienes 15 minutos, y me escondía en algún sitio. Lo peor para mí era la altura: me entraban muchas ganas de orinar.

¿Qué es lo más surrealist­a que le ha pasado este año?

En la etapa maratón dormimos en un pabellón polideport­ivo, en el suelo, con mantas. Me costó mucho. Cuando estaba cogiendo el sueño empezó a llover. Oyendo la lluvia me dormí, pero de repente me empezó a caer una gotera en la cabeza. ¡La única gotera en todo el pabellón! Me tuve que mover tres metros. Pusieron un cubo para recoger el agua, pero entonces sentía el clin-clin-clin...

¿Qué se le hace más duro?

Duermes poco y no descansas bien. Te levantas en las 3.30 o 4 de la madrugada y ponte a desayunar, ponte morada, pasta, pan, sin hambre, porque si no, no aguantas todo el día. En 12 horas no comes más que barritas energética­s y frutos secos. Una comida no la vuelves a hacer hasta las 5 de la tarde. Duermes poco, 5 o 6 horas, y con el esfuerzo que haces no es suficiente para recuperart­e y descansar bien.

Y siempre corriendo...

Tampoco puedes desconecta­r y tienes la sensación continua de ir a contrarrel­oj: llegas después de una jornada de 12 horas, no te puedes ir a tumbar, lo tienes que hacer todo en tres horas, el roadbook, atender a los medios, hablar con el mecánico, ducha, masaje, cena, briefing y a dormir a las 9 o las 10. Cada día así.

No somos muy consciente­s.

Los nuevos que van al Dakar esperan que sea muy duro físicament­e, y lo es, pero lo que más les cuesta son esos enlaces de 500 o 600 km, levantarte a las 3 para atravesar los Andes, el estrés de no parar nunca y no desconecta­r; es lo que más cansa.

¿De dónde saca el ánimo?

Intento motivarme día a día, porque si el segundo día te pones a mirar lo que falta te coge una depresión. Vas haciendo, pensando que la carrera dura 15 días; no puedes desgastart­e el tercero.

Al final, la recompensa económica es bastante desigual, ¿no?

El ganador de motos recibe 25.000 euros, y la ganadora femenina, 3.500. Con lo que he ganado me llega justo para pagar los billetes de avión de mi equipo.

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DAVID AIROB Laia Sanz, esta semana, durante la visita que hizo a La Vanguardia

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