¡El relato! ¡El relato!
Observaba Kipling : “Words are, of course, the most powerful drug”. Las palabras mueven el mundo. Son pequeños dioses, ladrillos del lenguaje y la comunicación. Palanca de todo relato o storytelling. Acaso el genoma invisible de la humanidad. Vida y ficción se basan en relatos: dan sentido a trayectorias personales y colectivas. Son marco de ambiciones y destinos. El relato vertebra, transmite, promete. Es mapa y brújula de individuos y grupos. En política el relato proyecta un mañana, traza el perímetro del debate, el eje del discurso.
El 2015, año de alto voltaje electoral. De pugna de relatos alternativos. Nuevos y viejos actores se disputan el liderazgo que dibujará el futuro. Todo ello en un contexto de acusado descrédito de líderes, partidos y discursos. Vivimos tiempos en los que todo adquiere contornos imprecisos. Son muchos los electores que buscan nuevas referencias para interpretar el presente, esta época de cambios (¿o cambio de época?). Hoy mucho está en cuestión, incluso las certezas heredadas. Los nuevos relatos deben revertir el escepticismo y la desconfianza, deben canalizar suspicacias.
Ante semejante reto, es necesario articular relatos renovados, valientes y realistas, que integren las nuevas coordenadas del votante y que lean el tiempo nuevo. Que reconecten con amplios sectores huérfanos de ilusiones políticas y que abandonen lastres y servidumbres. Ser albacea de la voluntad popular es compro- miso de su gestión. Y para ello hay que tener un relato veraz al que dar promesa.
Jenofonte relató hace veinticuatro siglos la conocida expedición de los diez mil. Un ejército mercenario griego quedó abandonado a su suerte en el imperio persa e inició una marcha de 1.500 km en territorio hostil hasta divisar una costa que les retornara al hogar. “De repente, oyeron a los soldados proferir un grito que corría de boca en boca. ¡El mar! ¡El mar! Cuando todo el mundo llegó a la cima, se abrazaron unos a otros, con lágrimas en los ojos”.
Todo relato en política debe ser inclusivo, veraz y desprovisto de promesas huecas. Debe aunar y hacer compatibles las legítimas alternativas de programa, el compromiso de su cumplimiento y la ejemplaridad de su gestión.
¡El relato! ¡El relato!