Francia, contra el racismo
El Gobierno francés ha puesto en marcha un plan contra el racismo con el objetivo de frenar la oleada de actos de odio antisemita y la islamofobia que están multiplicándose en el Hexágono, especialmente desde el atentado a Charlie Hebdo el pasado mes de enero. Para el primer ministro Manuel Valls es prioritario proteger a las víctimas de estos actos y que los judíos se sientan tan franceses como los que más y los musulmanes franceses no se avergüencen de serlo.
El estallido del terrorismo islamista, una secular tradición antisemita en algunos sectores y una creciente intolerancia religiosa han reaparecido en Francia con una violencia preocupante. La cotidianidad de los ataques a personas y a instituciones, las profanaciones de cementerios y los actos racistas y homófobos obligan al Gobierno a tomar medidas para frenar esta oleada de odio que amenaza la convivencia de los franceses y concede argumentos a los más extremistas. En apenas un año, los actos de antisemitismo e islamofobia se han multiplicado ocho veces y la huida del país de familias de judíos se ha disparado.
El plan, que contiene 40 medidas y un presupuesto de 100 millones de euros para los próximos tres años, se focaliza en aspectos policiales y judiciales, así como inicia- tivas pedagógicas en la enseñanza y el control sobre la red por parte de una unidad policial creada al efecto. A partir de ahora, los delitos de racismo e intolerancia religiosa serán considerados un agravante a la hora de emitir las sentencias judiciales, con una reforma del Código Penal en el que la libertad de expresión quede sujeta al derecho individual y colectivo de las víctimas del odio.
La preocupación de los franceses ante el resurgimiento del racismo aparece claramente en las encuestas: para el 77%, el aumento del antisemitismo es evidente, mientras que para el 68% lo es la islamofobia. En un país que cuenta con más de medio millón de judíos y cinco millones de árabes, está claro que la escalada racista es una amenaza de graves proporciones. El propio presidente de la República, François Hollande, se reunió el pasado febrero con los máximos representantes de las dos comunidades, cuya relación se tensionó gravemente a raíz de los atentados yihadistas de principios de año.
Es evidente que la crisis y las tensiones sociales que provoca, así como la presencia del terrorismo yihadista, ha exacerbado las posiciones más primarias. Pero no hay duda de que Francia es un país con una larga tradición democrática, con una sociedad madura y tolerante, que sabrá expulsar el odio de su seno.