Corbera de Llobregat, territorio de Paraguay
La Casa América y la librería Altaïr descubren que el guaraní también se habla en Catalunya
El guaraní, una de las dos lenguas oficiales de Paraguay, junto al español, también se habla en Catalunya, como se demostró en la reciente presentación del último número de 3600 Altaïr Magazine, la revista de viajes en línea (altairmagazine.com) que ha tomado el relevo a la publicación en papel. En estos tiempos de cine de palomitas, llama la atención que una de las salas de los cines Girona de Barcelona se quedara pequeña para acoger el estreno de una película documental difícil y casi íntegramente en guaraní.
Fuera de campo, del cineasta paraguayo Hugo Giménez, retrata la vida de los protagonistas involuntarios de la masacre que enlutó este país americano el 15 de junio de 2012, cuando 17 personas –la mayoría, campesinos que reclamaban tierra y trabajo– murieron en un enfrentamiento con la policía en la localidad de Curuguaty. El estreno, que contó con la presencia del cónsul general de Paraguay, Juan Alfredo Buffa Ramírez, fue auspiciado por la librería Altaïr y la Casa América, que desde 1911 consolida vínculos y tiende puentes culturales entre Latinoamérica y Catalunya.
Fue una ocasión excelente para comprobar que los paraguayos de Catalunya están en tierra extranjera, pero no extraña. Una veintena de municipios barceloneses tienen más de un centenar de vecinos paraguayos. Barcelona encabeza la lista, con más de 4.000, pero su presencia en la gran ciudad queda más difumina- da. Por el contrario, en Corbera de Llobregat es frecuente oír hablar guaraní, como explica el cónsul general. Tres de las asociaciones paraguayas más importantes de Catalunya tienen su sede en es- te municipio del Baix Llobregat: la Asociación de Arte y Cultura Guaraní. la Asociación Mainumby (colibrí, en castellano) y el Grupo Rohaypu. El guaraní también se habla en localidades como Mollet del Vallès, según la Associació Catalana de Municipis.
La comunidad paraguaya en Catalunya llegó a las 15.000 personas hace unos años, aunque desde el estallido de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica, el consulado –como el de muchos otros países– tiene un departamento especial: repatriaciones voluntarias. Un 20% de los migrantes han regresado a casa, afirma el cónsul. En Catalunya hay casi el doble de paraguayas que de paraguayos. Muchos de ellos se dedicaban a la construcción y la crisis del ladrillo los dejó en el paro. Ellas, que por lo general se dedican a cuidar ancianos y niños o a tareas domésticas, aunque también hay profesionales li- berales, capean mejor el temporal y muchas veces son el único sostén de la economía familiar.
Dejar la tierra natal para labrarse un futuro y que el futuro estalle y obligue a desandar el camino es una constante en el pasado de Paraguay. Augusto Roa Bastos, premio Cervantes en 1989 y autor de Yo el supremo, dijo que “el infortunio se ha enamorado de Paraguay”. Encajonado entre dos vecinos poderosos, Argentina y Brasil, Paraguay exhibe una historia que recuerda las esperanzas y tropiezos de Latinoamérica. De eso trata en el fondo la película de Hugo Giménez, cuyo estreno se completó con dos cortos de Paz Encina (premio de la prensa en el festival de Cannes de 2006) sobre la dictadura de
Una revista y una película destapan el hilo que une a los paraguayos de uno y otro lado del océano
Stroessner, el Tiranosaurio, como lo apodó Roa Bastos. De eso trata también el monográfico de Altaïr. De los tropiezos y sobre todo de las esperanzas de un país apasionante, capaz de mirar a la cara a sus errores recientes y de mantener viva su lengua a más de 9.000 kilómetros de distancia y con un océano de por medio.