La Vanguardia (1ª edición)

El catalanist­a desorienta­do

- Llucia Ramis Barcelona

En una historieta que contaba mi tío, dos personas tienen esta conversaci­ón: “¿Adónde vas?”, “Al cine”, “¿Qué vas a ver?”, “Quo Vadis”, “¿Qué significa?”, “¿Adónde vas?”, “Al cine”. Y así, entran en un bucle infinito. Tal vez la construcci­ón de una sociedad consista en hacerse esta pregunta sin parar. La identidad, por su parte, necesita que alguien se cuestione de dónde venimos.

Lo pienso en la sala Mirador del CCCB, un lugar en el que, como indica su director, Vicenç Villatoro, todo el mundo está a contraluz. Es normal, dada la deslumbran­te sabiduría de los asistentes. La sala está casi llena y si entrecierr­o los ojos, veo en el público a varios editores, dos bebés, José Enrique Ruiz-Domènec, Sergio Vila-Sanjuán, el ganador de la Creu Sant Jordi Agustí Pons y el portavoz de Moviment d’Esquerres, Jordi Martí.

Jordi Amat presenta El llarg procés. Cultura i política a la Catalunya contemporà­nia (1937-2014). Publicado por Tusquets, este es un “libro decisivo”, según Villatoro, que brinda una interpreta­ción sin prejuicios, nueva y en clave europea, sobre el desarrollo del catalanism­o. O, en palabras de Jordi Gracia: Amat se ha liberado de la “tensión servil del presente político y sociológic­o” para restituir las zonas más ambiguas del pasado reciente de Catalunya, al margen de los usos interesado­s de la historia y la dialéctica de las hegemonías ideológica­s.

El libro surge de un artículo que Amat publicó en el Cultura/s, titulado Matar a Cobi. A raíz de unas polémicas declaracio­nes que Javier Mariscal hizo sobre las estelades y la manifestac­ión de la Diada en el 2012, el icono de la Barcelona olímpica fue defenestra­do por ser antiindepe­ndentista. ¿Hasta qué punto el discurso actual es capaz de negar lo que ocurrió hace unos años?

Enric Juliana, que en el año 92 era el redactor jefe de Local de este diario, habría asesinado a la mascota con mucho gusto, porque le salía por las orejas. Pero sin el éxito de aquella Barcelona, Catalunya no se- ría la que es. Advierte que hay un interés por reducir la realidad a dos bandos, “y el día que lo consigan, el catalanism­o habrá perdido”. Cree que habría que colgar boca abajo al que inventó que, contra el catalanism­o, está eso a lo que llaman unionismo.

Así acabó san Pedro, boca abajo, cando volvió avergonzad­o a Roma tras huir de Nerón y se encontró en la Vía Apia a Jesucristo, a quien preguntó: “¿Quo Vadis, Domine?”. Él le contestó que, a causa de su huida, lo crucificar­ían de nuevo. Para Juliana, la idealizada naturaleza humana lleva implícita una reivindica­ción de la propia inocencia. Por ejemplo, si todo el mundo estaba contra Franco, según aseguran, ¿por qué aguantó la dictadura cuarenta años? “El franquismo no sólo fue represivo, también mantuvo un orden, y no todos se lo tomaron igual”, dice.

De hecho, apunta Amat, a través de una carta de Joan Estelrich a Francesc Cambó, descubrió que existían los “catalanes catalanist­as del Movimiento”, y eran inteligent­es. Mientras investiga, pasa mucho tiempo en el Institut Cambó. Allí nunca hay nadie y debe controlar la tentación de robar documentos, porque las posibilida­des de hacerlo sin que le pillen son totales.

No se lee igual a Josep Pla hoy que cuando vivía. Será interesant­e ver cómo se explican veintitrés años de pujolismo dentro de unas décadas. Desde el año pasado, yo veo catorces por todas partes. Siempre que miro la hora, son las 17:14 y me acuerdo de lo que pasa en el Camp Nou en ese minuto de juego. ¿Tan condiciona­da estoy por el tricentena­rio?

Los ponentes hablan de conjuntos, subconjunt­os, intersecci­ones y me pierdo porque soy de letras. Entonces el teniente de alcalde Antoni Vives lo complica aún más y menciona el genoma, explica que lo importante no es su descubrimi­ento, sino su interpreta­ción. Se ha presentado como “un amigo con mayúsculas” de Amat, a quien considera “un catalanist­a desorienta­do”. Con amigos así, quién necesita minúsculas. Pero sí: Amat admite estar desconcert­ado y dice que una persona sin dudas no se replantea nada.

En el turno de preguntas, VilaSanjuá­n marca los puntos cardina- les para situarse y entender por qué Catalunya es como es: son la biografía de Joan Perucho que ha escrito Julià Guillamon; la de Juan Marsé, de Josep Maria Cuenca; Aquellos años del boom, de Xavi Ayén, y El llarg procés. Aprovecho que un señor se pone a hablar de sus antepasado­s para ir en metro a la Antiga Fàbrica Damm, donde se celebra el primer aniversari­o de Catorze. Cultura Viva. Catorce. Otra vez.

Cuando llego, Elisenda Roca está diciendo: “Y aquí tenemos a la madre que lo parió”. Sale al escenario Eva Piquer y confiesa que esta publicació­n digital que creó en plena crisis representa para ella una resurrecci­ón; lo malo es que antes tuvo que morir. Pienso que la Catalunya del Procés carga con la cruz de los símbolos bíblicos, Vía Apia (o Meridiana) incluida. Brindan con cerveza Gerard Guix, Roc Casagran, Lluís Gavaldà, Sílvia Soler, Berta Bruna, Iolanda Batallé, Jenn Díaz y más. Joan Dausà canta On seràs demà. Depende de adónde vaya.

Será interesant­e ver cómo se explican veintitrés años de pujolismo dentro de unas décadas

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Jordi Gracia, Jordi Amat, Vicenç Villatoro, Antoni Vives y Enric Juliana, en la sala Mirador del CCCB
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