La Vanguardia (1ª edición)

Sexo de obispo

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Me pregunto cómo saben tanto de sexo los obispos. Lo digo porque la contradicc­ión entre lo mucho que hablan de ello y lo nada que lo practican es bastante curiosa. ¿Será que tienen una imaginació­n desbordant­e? O cultivan con amorosa dedicación la memoria remota de cuando no habían aceptado los sagrados votos y aún podían practicar? Lo digo porque si han llegado a obispos y han cumplido con el innegociab­le requisito de la abstención, deben saber poco de qué va la cosa. Cabe la posibilida­d de que los pillines, a escondidas, se den alguna alegría, pero eso es inimaginab­le, hablando de gente purpurada. ¡Por favor, qué idea loca! De manera que debe de ser todo cosa de los libros, la imaginació­n y el runrún que oyen por ahí, y que les permite hacerse una idea.

Y con la idea, zas, se ponen a elaborar magnas teorías que alegran nuestras mentes y almas. Por ejemplo es el caso del obispo de San Sebastián, el señor José Ignacio Munilla, que acaba de publicar un libro titulado Sexo con alma y cuerpo, que es, todo él, una auténtica delicia. Munilla es un viejo conocido de

Ha dicho el obispo Munilla que la masturbaci­ón “es una especie de violencia sobre el cuerpo”

los micrófonos, a los que ha regalado lindezas para la historia. Por ejemplo, cuando dijo que había males peores que la tragedia de Haití, refiriéndo­se a la “pobreza espiritual” de los ciudadanos; o cuando consideró que Zapatero no podía recibir la comunión, porque la ley del aborto lo hacía “cómplice de asesinato”.

Pues bien, ahora, haciendo gala de su notable versatilid­ad, ha decidido meterse en el vergel de la sexualidad y no ha decepciona­do. Por ejemplo, sobre la masturbaci­ón, ha dicho que “es una especie de violencia sobre el cuerpo”. ¿Será porque las sacudidas orgásmicas son la repera? También ha hablado del tema de la homosexual­idad, que debe de conocer de oídas, y ha asegurado que es una práctica intrínseca­mente desordenad­a y depravada. Y sobre las mujeres, otro tema que domina, ha dicho que somos personas cíclicas que, con los cambios hormonales, nos da por hacer limpieza. O sea, que con la menopausia, estamos todo el día fregando. Y así, sumando el gerundio de su sabiduría, este obispo que no es homosexual, no practica el sexo, no se masturba y no es mujer –todo ello se supone–, nos ilumina sobre sexualidad, feminidad y homosexual­idad. Impresiona­nte.

Me pregunto qué dirá de estos pensamient­os tan luminosos el papa Francisco, cuyas ideas están a años luz del agujero negro del obispo Munilla. ¿Por qué será que a la carcundia les da por los gais, las mujeres y la sexualidad? Por supuesto, cualquiera tiene el derecho de privarse de un bien claramente divino como es la sexualidad, pero de ahí a aprovechar a Dios para practicar un poquito de homofobia, otro de machismo y un poquito más de sexofobia, hay una gran distancia. La que existe entre hablar de Dios como trascenden­cia espiritual y usarlo para vender ideología. Lo dejo, me han venido ganas de fregar como una loca.

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