La Vanguardia (1ª edición)

El reto más crítico

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El trasiego masivo de personas intentando establecer­se lejos de su tierra indica un drama colectivo en alguna parte del mundo. Nadie huye para hacer turismo. El siglo pasado conoció las más horribles deportacio­nes, desplazami­entos y huidas de la historia. Cientos de miles de griegos fueron expulsados de lo que sería la Turquía de hoy. Los turcos empujarían a los armenios hacia el norte hasta perpetrar el genocidio.

Una de las técnicas de Stalin fue la de desplazar pueblos enteros hacia otros puntos de la vasta Unión Soviética. Los ucranianos tienen una amarga experienci­a y los tártaros de Crimea fueron desplazado­s masivament­e a Asia Central. Para asegurar la fidelidad de las repúblicas bálticas a Moscú se envió a cientos de miles de rusos para ahogar la identidad de letones, estonios y lituanos.

La emigración más masiva fueron los millones de musulmanes que se trasladaro­n a Pakistán, que fue un Estado creado con criterios religiosos cuando Gran Bretaña decidió otorgar la independen­cia a India en 1947. No

No es nada fácil detener la entrada masiva de personas a Europa, pero hay que buscar soluciones

todos los musulmanes abandonaro­n India. Se da la paradoja de que en una generación habrá más musulmanes en India que en Pakistán y Bangladesh juntos.

La creación del Estado de Israel fue precedida de una llegada masiva de judíos que huían de las persecucio­nes del nazismo en Europa. Pero su llegada a Palestina supuso también el trasiego de miles de árabes que ocupaban las tierras que hoy forman Israel. Los que quedaron atrapados en los territorio­s ocupados tras la guerra de 1967 malviven en tierras que fueron suyas.

La señal más clara de la caída de las fronteras ideológica­s y militares en Europa Central fue la huida masiva de alemanes a través de las embajadas de Checoslova­quia y Hungría y, más tarde, con la destrucció­n de los muros en Berlín y en las fronteras orientales.

Las causas de las migracione­s y huidas son múltiples. Pueden responder a decisiones políticas, a persecucio­nes, a hambrunas o a intencione­s para borrar la identidad de pueblos enteros.

Europa se encuentra ante la entrada masiva de inmigrante­s en proporcion­es desmesurad­as. En la ribera sur del Mediterrán­eo hay un millón que esperan dar el salto al norte aunque se jueguen la vida en el empeño. Es moralmente repugnante lo que ocurre a diario en alta mar. No hay soluciones rápidas ni sencillas. Pero es hora de poner fin a la retórica de los discursos y detener tantas muertes inútiles.

Los discursos de los partidos xenófobos no ayudan. Tampoco es cuestión de triplicar los presupuest­os para disminuir las tragedias. Hay que buscar la complicida­d de los países de procedenci­a, establecer cuotas pactadas, construir centros en el norte de África para que los perseguido­s por razón de raza, religión o ideologías puedan encontrar asilo. Estamos ante el reto más crítico de nuestro tiempo.

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