El fomento de la violencia
Muchos analistas lo tienen claro: la presencia de la violencia en los productos de entretenimiento de los adolescentes no influye en su conducta. Este razonamiento se ha intensificado a raíz de la muerte violenta de un profesor de instituto de secundaria en manos de un alumno de 13 años, como es bien conocido, pero se reitera ante cada noticia de agresiones perpetradas por jóvenes. Según psiquiatras y psicólogos varios, la correlación entre divertirse con series de televisión o videojuegos que incorporan violencia y la agresividad de sus usuarios carece de base científica. Debe de ser así, dado que hay entendidos que lo sostienen, pero también es cierto que además de la ciencia existen el
E. SOLÉ, mero sentido común y la mera experiencia.
Si los mensajes que se transmiten en forma de imágenes o de palabras no surtieran efecto, ¿para qué la publicidad? Si se anuncian perfumes, es para despertar el deseo de oler bien. Si en los pasatiempos se disfruta matando, ¿qué clase de pensamientos se fomentan? Disponemos de pruebas de influencia tan fehacientes, tan poco científicas al parecer, como la comprobación de que cuando por TV3 se transmite la serie Veterinaris aumenta la compra o adopción de animales de compañía, que cuando hace un tiempo se hizo popular una serie sobre médicos, crecieron las vocaciones en medicina.
Surgen preguntas sencillas, orientadas por la prudencia. En el supuesto de que el desdichado niño de tan sólo 13 años hubiera tenido a su alrededor un violín y escu- chado música de Mozart en lugar de tener armas y visionar violencia, ¿habría actuado como lo hizo? Imposible discernir el pasado o el futuro, es sólo la sensatez la que puede conducirnos a una conclusión factible.
Nos hallamos ante el debate al que la sociedad se entrega con especial interés frente a cada suceso luctuoso, y en el que sólo es posible tomar partido a escala particular. Los adultos para sí, los padres y madres con respecto a la educación de sus hijos. A escala general, toda discusión es en vano ya que la industria de los filmes y los videojuegos violentos no cederá ni un ápice en su lucrativo negocio. Aunque por el camino caigan infortunados maestros, infortunados niños, otras infortunadas personas. Sea a consecuencia de unos efectos no avalados científicamente, sea a consecuencia de los avalados por el empirismo.