Un plan para salir de la cárcel
Cerca de 300 reclusos de la Modelo participan en talleres de confección para alcanzar cuanto antes el tercer grado
Una mujer de mediana edad sale de la cárcel Modelo por la puerta principal y pregunta a un periodista que espera si acaso viene a entrevistar a los presos. “A ver lo que le dicen –prosigue la mujer–. Yo tengo aquí a mi hermano y siempre me dice que está a gusto, que le gusta la comida, que todo el mundo le trata muy bien... Y al final pues me cuesta creer que esté tan a gusto. A fin de cuentas esto es una prisión”. Sí, los gruesos portones correderos automáticos se abren después de que se cierre el anterior, unos magrebíes rapados y muy musculados comparan sus bíceps en el patio, en los pasillos huele mucho a cerrado...
“Yo a mi madre también le digo siempre que estoy muy bien –reconoce Ángel, de 25 años, de Barcelona, en el taller de confección de la Modelo, mientras cose bolsos con trozos de banderolas que colgaron de las farolas de la ciudad y de otras lonas publicitarias–, porque a tu madre lo único que puedes decirle es que estás bien, pero en verdad la cárcel es un lugar para desesperarse, para darle vueltas a la cabeza, darte cuenta de todo lo que estás perdiendo... Te levantas a las siete y media para el recuento, desayunas a las ocho, haces lo que te dicen, te arrepientes otra vez... Y a las nueve a la cama. Hay gente a la que le da igual pasar el día en el patio mirando el muro, pero yo no podía. Ya llevo aquí diez me- ses. Enseguida dije que quería trabajar”. En la Modelo se cuentan más de mil presos, de ellos cerca de 300 participan en estos talleres, siempre voluntariamente. Se cobra según el número de piezas producidas. En toda Catalunya son 4.200.
De este modo, continúa Ángel, ganas dinero para comprar donuts, botellas de agua mineral y tarjetas telefónicas con las que llamar cinco veces a la semana a tu madre y decirle que estás muy bien, aprendes el manejo de determinada maquinaria, matas el aburrimiento, te centras y planteas objetivos, acumulas puntos para conseguir el tercer grado y salir de aquí lo antes posible... “Me condenaron a un año y nueve meses. Yo trabajaba, siempre trabajé. Pero se me fue la cabeza con la cocaína y se me acabó el dinero. Decidí cometer un robo. Pero si sigo como voy ahora, qui- zás pueda salir este verano. Ya estoy escarmentado. Ahora tengo las ideas claras. No quiero volver a pasar por esto, no quiero que mi madre vuelva a...”.
Los bolsos que está confeccionando Ángel con trozos de banderolas que colgaron de las faro- las de la ciudad y de otras lonas publicitarias son un encargo de la empresa Vaho. Patricio Abreu, director de Vaho, explica que se trata de una empresa normal y corriente fundada el 2001, que su principal objetivo es ganar di- nero y salir adelante, que tienen tres tiendas en Barcelona, que diseñan bolsos, carteras, cinturones, que luego encargan su producción a talleres externos, que también los venden en Italia, Alemania, Dinamarca, Australia... “Y en este momento el taller de confección de la Modelo es probablemente el taller más grande de Catalunya. Nosotros trabajamos con ellos desde hace unos diez años. Primero probamos y en estos momentos se encargan prácticamente de la mitad de nuestra producción”. Vaho comercializa cada año alrededor de 60.000 bolsos. “Aquí pagamos lo mismo que a cualquier otro, lo que manda el mercado. Es que trabajan muy bien, porque también hacen embalaje, corte... muchas más cosas que otros talleres de por aquí, que normalmente te dicen que ellos sólo cosen”.
Los bolsos que está confeccionando Ángel son un pedido a Vaho de la Obra Social La Caixa. La entidad también proporciona las lonas. Son las que hasta hace pocas semanas promocionaban la exposición en CaixaForum Pixar. 25 años de animación. La iniciativa se enmarca en el programa Reincorpora de la Obra Social La Caixa, que facilita itinerarios de inserción sociolaboral a reclusos que se encuentran en la parte final de la condena. Este año, Reincorpora prevé facilitar itinerarios a 630 internos de centros penitenciarios de Catalunya. En el 2014, el 54 por ciento de los reclusos que finalizaron su itinerario lograron encontrar un empleo.
El trabajo ayuda a marcarse objetivos, adquirir hábitos... y darse cuenta del error cometido