La Vanguardia (1ª edición)

‘Força F rrari!’

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El pasado lunes se cumplieron cuarenta años del accidente de Rolf Stommelen que acabó con la F-1 en el circuito de Montjuïc y dentro de diez días se disputa el Gran Premio en Montmeló. He quedado en la calle Riera Blanca con Joan Segura para charlar un rato de coches y motos. En los años sesenta y setenta, Segura se dedicó a fotografia­r carreras: velocidad, rallies, resistenci­a, motocross y las famosas subidas en cuesta. Paralelame­nte, se ganaba la vida en una empresa de moldes. Tiene una fantástica colección de fotos que, en parte, puede verse en la exposición Catalunya MOTO del Palau Robert. Me gusta mucho Segura: es una de esas personas que adoran las carreras, al margen del dinero y del glamour. También me gusta que, para llegar al bar donde tomamos café, he de pasar por delante de la fábrica Virutex, de herramient­as para madera, que tiene un nombre de película de Jacques Tati. Me enseña las imágenes del último año de Montjuïc, Clay Regazzoni con el Ferrari (por favor, comentaris­tas: Ferrari en catalán se pronuncia con vocal neutra: F rrari). Se ven señales de tráfico, árboles, farolas y gente que pasa a pocos metros de las vallas y de una alambrada que separa la pista del paseo. Cuando colocaron esta separación Segura pensó que no podía trabajar bien y se acabaron las fotos.

Le explico un descubrimi­ento de esta temporada que conecta con lo que me ha contado. El fin de semana del 23 de mayo de 1971, Roman Polanski se dedicó a seguir a Jackie Stewart por el circuito de Montecarlo para filmar un documental: Weekend of a Champion. La película se presentó en el Festival de Berlín y quedó olvidada hasta que hace un par de años apareció en un laboratori­o de Londres. Barcelona y Montecarlo iban seguidas en el calendario de la F-1. Resulta que siete días antes, el fin de semana del 18 de mayo, Leopoldo Pomés tuvo el mismo pensamient­o que Polanski ¡y siguió a Stewart por Montjuïc! Las fotos también se han recuperado ahora y se muestran en la exposición de la Pedrera.

Los dos cortejaban la misma idea: Stewart era un chico de clase obrera que por inteligenc­ia y habilidad había llegado a ser campeón. Además, representa­ba un nuevo tipo de hombre, de pelo largo, camisas floreadas y gorra de terciopelo. Pomés fotografió también a Stewart en el estudio para una marca de eslips: Terrible. Tuve una sorpresa cuando, husmeando por ahí, descubrí el contrato entre Stewart y la firma catalana General de Confeccion­es, explicado con todo detalle en el libro de Juan Mallaret Negociació­n en acción. Acuerdos eficaces en la mesa de negociació­n (2007). De manera que aquel piloto que a ojos de todos era tan natural y encarnaba una nueva manera de vivir, tenía una oficina de manegement con sede en Ginebra, y fue uno de los primeros deportista­s con una línea de productos propia siguiendo el modelo de Lacoste y Fred Perry. Empezaba la F-1 moderna, lejos de árboles y farolas.

Roman Polanski siguió a Jackie Stewart por el circuito de Montecarlo y filmó un documental

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