La Vanguardia (1ª edición)

Búsqueda interior

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Lugar y fecha: Palau de la Música (25/IV/2015) Buscaba en Internet la fecha de la última presentaci­ón de Arcadi Volodos en el Palau de la Música Catalana, que recuerdo como una buena sorpresa al constatar que el pianista ruso avanzaba en su carre- ra con un cambio importante: del virtuosism­o sin más, había pasado a una estética interior, sensible, en la que la búsqueda era evidente. Y me sorprendió al encontrar en pantalla un comentario propiciato­rio de Elsa Álvarez, de abril del 2013, que decía “Volodos és un pianista de raça, potser el Pollini dels nostres dies (que esperem tornar a veure algun dia a Barcelona)”. Curiosa coincidenc­ia, ya que ahora el mítico maestro italiano iba a ser reemplazad­o por Volodos con un programa comprometi­do y dejándonos un recital de alto calibre.

En plan de señalar coincidenc­ias, resulta curioso que estos dos grandes veteranos (Pollini y Zimmermann) programado­s en días sucesivos, cancelaron por motivos de salud. Es cierto que hay una sensación de fin del mundo cuando vemos poco recambio al marcharse de la escena pianistas como Larrocha, Brendel, Pollini, Argerich, Pires, ... pero este recital de Volodos, e incluso no hace mucho un Paul Lewis bastante maduro, y el estupendo pianismo de Perianes e incluso del también cambiante Ivan Martin, señala que hay posibilida­des aún en la nueva genera- ción. Estos, y otros que están en una etapa intermedia en su carrera, nos sorprenden con una actitud de búsqueda constante. Y en este sentido Arcadi Volodos ha presentado tanto en el diseño de su programa –bien refrendado por las propinas, todas de un carácter íntimo e interior (Mompou, Schumann...)– como en el tratamient­o de las Seis Piezas Op. 118 de Brahms y muy particular­mente en la monumental Sonata nº 21, D. 960 de Schubert (piedra de toque, y curiosa y felizmente muy presente en el escenario del Palau en los últimos meses), un trabajo muy sensible, de contrastes acentuados por elaborados matices, de interiorid­ad.

El recital comenzó con un excesivo pedal y resonancia en el Tema y Variacione­s en re menor de Brahms, en una versión más cercana a la sonoridad de Rajmáninov, pero pronto se encauzó en la concentrac­ión, en el subrayado de lo melancólic­o de las primeras piezas del op. 118 y a la vez en el brillo en las tonalidade­s menores de acendrado romanticis­mo. Finalmente, la última Sonata de Schubert fue una rúbrica para pensar, sensible, con sutil juego de contrastes, nunca con amaneramie­nto, y con un preciosism­o interior que constituía una liturgia muy pensada (y sentida), manteniend­o un ritmo interior que dio unidad a la obra.

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