La Vanguardia (1ª edición)

¿Tiene diez minutos?

- LLUÍS AMIGUET

La vida se vive hacia delante, pero sólo se entiende hacía atrás. Desentraña­r sus claves –repensarla y así darle sentido– es el ejercicio que te prepara para construir algo más grande que tu propio ego. Lowney me explica cómo ese ejercicio le evitó la depresión del narciso al descubrir que la vida sólo adquiere sentido al vivirla para y con los demás. Lo cuenta con la naturalida­d de quien lo ha meditado mucho: diez minutos dos veces al día durante 40 años. Es un ejercicio que nos recomienda a creyentes, agnósticos y dubitativo­s: hacernos las preguntas cotidianas: ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué y para qué? ¿Para quién y con quién? Y, la más reveladora: ¿Esto me lleva hacia donde quiero ir? empresa no es sus máquinas ni su capital ni sus edificios: es el talento de quienes trabajan juntos en ella. Y ese talento no se puede medir ni incluir en una hoja de cálculo, pero es todo su presente y futuro. No se puede contar, pero cuenta.

En cambio suelen reducirnos a cifras.

Estoy en Esade disertando sobre “Espiritual­idad y creativida­d en el mundo empresaria­l” así que le haré una reflexión con estadístic­as recientes: ¿Por qué el Papa es más valorado por creyentes y agnósticos en las encuestas que ningún político?

Me cuesta imaginar al Papa mirando esas encuestas y mirándose en el espejo.

Porque, creyentes o no, percibimos que él sirve a una misión más importante que su propio ego. En cambio, nos es muy fácil imaginar a los políticos fingiendo cualquier cosa para mantener o aumentar su poder.

¡Qué nos va a contar!

El Papa puede equivocars­e, pero intenta servir a una misión mayor que sí mismo. Y esa es una máxima jesuítica. Por eso, cuando nació la Compañía para reformar la Iglesia, los jesuitas debían oponerse a quien sirviera sólo a su propio ego y no a su misión.

La misión de una empresa es ganar más dinero: para eso, casi que sirvo a mi ego.

La misión de una empresa es servir a los demás –desde generar luz eléctrica a fabricar calcetines– y el dinero sólo es el medio para seguir sirviendo. Ya le he dicho que el gran error es confundir medios y fines.

Pocos empresario­s lo ven así.

Pues esa claridad de la propia misión y objetivos permite también discernir entre la tradición y la comodidad, como al Papa ahora cuando intenta reformar el Vaticano.

¿La iglesia al ser gerontocrá­tica se adelanta a su tiempo o es conservado­ra?

Francisco ya había enviado su carta de renuncia al Papa como obispo a los 75 años cuando fue llamado al Concilio. Pero se encontró con su misión y la aceptó sin hacer ningún cursillo de formación: no los hay para ser Papa. Esa es otra lección: cada momento de nuestra vida es de formación.

Depende de lo que te propongas...

¡No depende! De repente, eres padre o te quedas sin padre y eres líder y tiras del carro y muchos dependen de ti. Debemos prepararno­s para esas misiones cada día.

Conozco viejos dirigentes muy jóvenes.

En los ochenta en Wall Street escuchábam­os a los mayores; en los noventa, llegaron los matemático­s jóvenes con sus fórmulas e ignoramos la experienci­a de quien había visto muchas crisis...Y generamos otra recesión. El mejor software no es nada sin experienci­a.

¿La mejor lección de liderazgo empresaria­l del papa Francisco?

Es una elección: estar con los pobres y débiles, como Jesucristo. ¿Con quién pasó Jesús la mayor parte de su vida?

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