La Vanguardia (1ª edición)

Pan para hoy...

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Los recortes aplicados durante la crisis en investigac­ión y desarrollo supondrán a medio y largo plazo grandes perjuicios para la economía española, tal como advierte Xavier Vives: “España ha sido en el periodo 2008-2013 el país de la UE con un mayor recorte de la participac­ión del gasto en I+D en el gasto público total: ha pasado de ser el tercer país con mayor gasto público en I+D sobre el total en el 2008 a la posición 15 en el 2013”.

La crisis ha hecho mella en los recursos dedicados a investigac­ión y desarrollo (I+D) en España. Estos alcanzaron un máximo en el 2008 en términos totales aunque los provenient­es de la administra­ción pública aún crecieron ligerament­e hasta el 2010. El esfuerzo sostenido en I+D en relación con el producto interior bruto (PIB) de Espña alcanzó el 1,35% en el 2008 para descender hasta el 1,24% según el último dato disponible del 2013. En efecto, España recortó distancia con Europa (Unión Europea de los 28) hasta el 2008-2010, pero ahora nos alejamos del 2% de la media comunitari­a. Mientras la UE mejora ligerament­e su esfuerzo durante la crisis, España lo disminuye. Es interesant­e observar que los avances más significat­ivos se dan en países procedente­s de la ampliación hacia el este (Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría y República Checa). Todos estos países, excepto Eslovaquia, ya invirtiero­n más que España en I+D en porcentaje del PIB el 2013.

¿Qué explica esta disminució­n del esfuerzo inversor? En primer lugar, la bajada de la contribuci­ón pública. De hecho, España ha sido en el periodo 2008-2013 el país de la UE con un mayor recorte de la participac­ión del gasto en I+D en el gasto público total: ha pasado de ser el tercer país con mayor gasto público en I+D sobre el total en el 2008 a la posición 15 en el 2013. Esta reducción de los recursos públicos disponible­s se agrava al comprobar que se ejecuta una proporción decrecient­e del gasto, poco por encima del 50% en el 2014 en la administra­ción central. En segundo lugar, el esfuerzo inversor del sector privado está prácticame­nte en la mitad de la media europea y la tendencia se ha agravado en el periodo de crisis. Tenemos un sector privado poco innovador, aunque con importante­s excepcione­s. Además, la crisis ha supuesto una

X. VIVES, disminució­n importante de la colaboraci­ón público-privada en materia de I+D.

Las comunidade­s autónomas han seguido esta tendencia general aunque hay que destacar dos excepcione­s. El País Vasco es la única comunidad que durante la crisis ha incrementa­do su gasto per cápita en I+D –algo que ni Navarra ha conseguido, aunque hay regiones, como Catalunya, que lo han reducido muy poco¬ por su capacidad de financiaci­ón y política de innovación. Catalunya ha conseguido más de la mitad de los proyectos competitiv­os otorgados a España del Consejo Europeo de Investigac­ión (ERC) en el periodo 2008-2013. Esto demuestra que una buena política hace la diferencia, no sólo el volumen de gasto importa sino también cómo se gasta.

Un reciente informe de la Comisión Europea proporcion­a un diagnóstic­o de las debilidade­s del sistema científico-técnico español. Muestra, en primer lugar, la existencia de una estructura dual con una elevada calidad en una parte del mismo pero con unos resultados bajos en promedio. En segundo lugar, apunta la presencia de un reducido número de grandes empresas que impulsan la I+D acompañada­s de un número de microempre­sas y pymes innovadora­s que es significat­ivamente menor por habi- tante que en el entorno europeo. Finalmente, el sistema tiene una coordinaci­ón estatal-regional insuficien­te entre administra­ciones, lo que provoca que no se generen economías de escala y que, en particular, las universida­des se enfrenten a problemas generados por una gobernanza dividida entre diferentes niveles administra­tivos. En el informe se proponen medidas que la comunidad científica ha venido reclamando tales como dar una mayor y real autonomía de gestión a los centros de investigac­ión (en especial a los centros del CSIC) y que estos sean evaluados de manera independie­nte y mediante revisión internacio­nal; aumentar la parte de la financiaci­ón de los centros derivada de fondos asignados en procedimie­ntos competitiv­os; y promover la colaboraci­ón público-privada en la innovación. Asimismo, propone poner en marcha la Agencia Pública de Investigac­ión que, entre otros objetivos, debe servir para dar estabilida­d y previsibil­idad a las aportacion­es públicas y así permitir una planificac­ión a medio y largo plazo a la comunidad científica y empresaria­l. Este último punto es fundamenta­l. Un esfuerzo continuado se puede malograr en un periodo relativame­nte corto de reversión en el apoyo a la investigac­ión.

La crisis en España ha implicado un aumento descomunal del desempleo y de la precarieda­d laboral que ha acabado rebajando los costes salariales. Si bien estas rebajas de costes han aumentado la competitiv­idad de las empresas e impulsado las exportacio­nes, la mejora de la competitiv­idad no será sostenible sin aumentos de la productivi­dad. Con visión cortoplaci­sta, se ha descuidado la mejora del capital humano y tecnológic­o mientras se mantenían, por ejemplo, las faraónicas inversione­s en el AVE. Los recortes derivados de la crisis al gasto en I+D representa­rán muy probableme­nte un perjuicio duradero a la capacidad innovadora y competitiv­a del país.

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