Ultras en el Gobierno
Entre las nuevas caras ultras del Gobierno destacan varias personalidades políticas relativamente jóvenes con posiciones muy radicales. Entre ellos está la nueva ministra de Justicia, Ayelet Shaked, de 39 años. Se trata de la número dos del partido ultranacionalista Casa Judía (Bait Yehudi), ingeniera informática que ha advertido que intentará limitar los poderes del Tribunal Superior, al que acusa de intervenir de forma exagerada en las decisiones políticas. Shaked, que proviene de una familia secular, está casada con un piloto de combate en la reserva y entre el 2006 y el 2008 dirigió la oficina del entonces jefe de la oposición Beniamin Netanyahu. Más tarde presentó su dimisión, según parece por “diferencias” con la esposa de Netanyahu, Sara. Shaked se opone a un Estado palestino y apoya la lucha firme contra el terrorismo, rechazando la liberación de presos palestinos a cambio de rehenes israelíes. En el último Parlamento, presentó como diputada un proyecto de ley en ese sentido. Tras ser nombrada ministra de Justicia, declaró a La Vanguardia: “Sólo gente fantasiosa puede creer que, con todo Oriente Medio hirviendo y con el Estado Islámico a las puertas de Israel, debemos devolver territorios a los palestinos. Lo que hay que hacer aquí ahora es resistir y esperar días mejores”. Hace unos meses, causó polémica al compartir en Facebook un artículo que defendía que Israel debe eliminar las madres de los mártires palestinos y destruir sus cajas para que “no críen más serpientes”. Tzipi Hotovely, nue- va viceministra de Asuntos Exteriores, de 36 años, es otra mujer con ideas nacionalistas, aunque pertenece al partido del primer ministro, el Likud. Sus padres emigraron de Georgia y creció en el seno de una familia ortodoxa. Terminó un máster en Derecho cum laude y está concluyendo su doctorado. Netanyahu le propuso entrar en política en el 2008 y se convirtió en la diputada más joven de la Kneset. Contrariamente a la política oficial del primer ministro, Hotovely apoya la anexión de Cisjordania y la concesión gradual de la nacionalidad israelí a los palestinos que ahí viven. Al igual que Shaked, esta otra política radical opina que un Estado palestino se convertiría rápidamente en un Estado islamista a las puertas de Israel.