La Vanguardia (1ª edición)

Que Dios las bendiga, amén

-

No me digáis que no nos están dando una campaña electoral entretenid­a. Tenemos un presidente autonómico (Monago) que encontró un profundo agujero en el sistema educativo y se dispone a llenarlo con la asignatura del hip-hop, aunque ignoro en qué nivel. Tenemos abundantes candidatos a alcaldías que se proponen anular la reforma laboral. Se prometen tantos puestos de trabajo, que no se entiende la resistenci­a de GarcíaMarg­allo a asumir una cuota de refugiados. Esperanza Aguirre y Ana Botella se lanzan fuego amigo como si, efectivame­nte, fuesen compañeras de partido. Aznar no cita a Rajoy por equivocaci­ón cuando hace loas del PP. Pedro Sánchez y Susana se quieren tanto que hacen un mitin juntos y parece la noticia del siglo. Y definitiva­mente sólo van a pagar impuestos los ricos. En algunos casos, los muy ricos.

Con todo, los personajes más seductores de la campaña y su entorno son las monjas Teresa Forcades y Lucía Caram. Esta última se definió ayer, según leo en la web de La Vanguardia, como “la monja cojonera”, feliz descripció­n de su papel y felicísima conjunción de dos conceptos que nunca se habían unido salvo para la insinuació­n de pecado contra el sexto mandamient­o. Hasta ahora participab­an en lo que Rajoy llamaría democracia tertuliana, que ha devenido en plataforma de lanzamient­o de candidatos dispuestos a meter su mano en el plato de los políticos profesiona­les.

Pero lo de las monjas va mucho más allá. Sor Lucía ha sido llamada al Vatica- no: ya es un problema canónico. Y sor Teresa se dispone a inaugurar una auténtica puerta giratoria: pedirá la excedencia como monja y volverá a su convento si no consigue gobernar la nación catalana. Teólogos, obispos y documentad­as sotanas exprimen la doctrina para discernir si están ante un derecho político superior a las obligacion­es del hábito o se impone la no injerencia en asuntos mundanos. Y los políticos exprimen sus poderes para tenerlas cerca si hablan a su favor o silenciarl­as si predican en contra.

Este cronista se refugia en el clásico “doctores tiene la Iglesia” para evitar una opinión que siempre sería insolvente. Pero se ve obligado a hacer una levísima advertenci­a, sobre todo a sor Lucía, y dejo a sor Teresa para las elecciones de septiembre: si entra en la política activa una mente pura como la suya y si actúa en mítines para contagiarl­os de virtudes cristianas, estaré dispuesto a darle la bendición que quizá le niega el Nuncio de Su Santidad. Pero miren, hermanas, que en política se dan cita los siete pecados capitales y alguno más. Esto obliga a confesarse mucho, que no es costumbre política. Y obliga a actos de contrición, menos frecuentes todavía. Que Dios las bendiga, amén.

Miren, hermanas, que en política se dan cita los siete pecados capitales y alguno más

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain